Las claves del primer desove en Mallorca de una tortuga, en la playa de Can Pere Antoni de Palma

Un ejemplar depositó en el arenal urbano de Ciutat 106 huevos de los que 26 se han llevado a una incubadora de un laboratorio en Andratx | Hoy se decide qué se hace con el resto de embriones

I. Olaizola

I. Olaizola

Una tortuga boba (Caretta caretta), especie calificada como vulnerable, depositó en algún momento de la madrugada del miércoles al jueves 106 huevos en la playa de Can Pere Antoni. El insólito lugar elegido para la puesta ya ha sido perimetrado y se encuentra vigilado por agentes de Medio Ambiente hasta decidir qué se hace con los huevos. De momento, 26 de ellos ya han sido trasladados a una incubadora del Laboratorio de Investigaciones Marinas y Acuicultura del Port de Andratx (LIMIA) para controlar su evolución.

Esta puesta constituye un auténtico acontecimiento ya que se trata del primer desove que se produce en una playa de Mallorca después de que en tres ocasiones anteriores se hubieran registrado puestas en Menorca y en dos en arenales de Eivissa.

Hoy los expertos decidirán qué se hace con los ochenta restantes. Habida cuenta de que el periodo de incubación oscila entre 45 y 60 días, la situación es peliaguda. Dentro de apenas dos semanas la playa de Can Pere Antoni se llena de gente para celebrar la nit de Sant Joan y en la fecha previsible del nacimiento de las crías, a finales de julio o principios de agosto, las pequeñas tortuguitas tendrían que abrirse pase entre los cientos de turistas que abarrotan el arenal en esas fechas.

Algunos de los 106 huevos depositados en Can Pere Antoni. | CAIB

Algunos de los 106 huevos depositados en Can Pere Antoni. | CAIB / Marcos OllésI.Olaizola. Palma

Guiem Félix, coordinador de fauna marina del Consorci per a la Recuperació de la Fauna de les Illes Balears (COFIB), apenas durmió esa noche, desde que en torno a las tres de la madrugada el 112 recibió una llamada de un particular refiriendo el avistamiento de la tortuga en el arenal de Palma.

«Llegamos lo más rápidamente posible y vimos el rastro de la tortuga, no hacía mucho que había regresado al mar. Detectamos el lugar en el que se había podido producir la puesta, excavamos y nos encontramos con los 106 huevos. Seguimos el protocolo que marca que cuando hay más de 65, el 25% se mandan a una incubadora artificial, como hemos hecho con los 26 enviados al LIMIA», explicaba el experto revelando además que esos huevos servirán como «chivatos» ya que en este estado artificial eclosionan unos días antes que en el medio natural y eso les permitirá anticiparse al nacimiento de las tortuguitas en la playa y adoptar las precauciones pertinentes.

Can Pere Antoni, el mejor sitio

En cualquier caso, todas las opciones estaban abiertas a la espera de lo que se decida hoy: o mantenerlos en la zona de puesta original, trasladarlos a otro punto más tranquilo de la misma playa o llevárselos a otro arenal o al mismo laboratorio donde ya se está incubando a sus hermanas. Sea cuál sea la decisión, Félix revelaba un hecho cuando menos curioso.

Estudios previos ya habían demostrado que el arenal de Can Pere Antoni es el más idóneo de toda Mallorca para el desove de estas tortugas por su más idónea temperatura de la arena a la profundidad en la que entierran sus huevos, en torno a los cincuenta centímetros de profundidad.

Cría controlada

Lo que tenía muy claro Félix es qué harán con los ejemplares que nazcan: «Los meteremos en el programa de cría controlada Head Starting (Dar Ventaja, en inglés) durante diez o doce meses, hasta que alcancen un peso de entre 1,3 o 1,6 kilos y podamos liberarlos sin peligro».

El experto recordaba que estas tortugas marinas pesan al nacer entre 14 y 16 gramos y son fácil pasto de todo tipo de depredadores desde aves marinas pasando por cualquier pez de dimensiones medianas hasta los esquivos cangrejos.

Así se aumentarán las posibilidades de supervivencia de unas tortugas marinas que antes de su perjudicial interacción con el ser humano y sus redes, hélices y plásticos podían vivir tranquilamente entre ochenta y cien años sin abandonar su refugio seguro en el mar. Una salida de su medio a la que solo se arriesgan las hembras para intentar perpetuar su especie.

Suscríbete para seguir leyendo