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Testimonio de Svitlana, refugiada de Ucrania en Mallorca: «Disparan a familias enteras, no perdonan a los niños y violan a las mujeres»

Las hermanas Svitlana Kransniaska y Alina Herasimchuk y sus hijos pequeños han sido acogidos por la familia de Antònia Genovart y Jaume Femenias en Sant Llorenç des Cardassar

El testimonio de Svitlana, refugiada de Ucrania en Mallorca: «Disparan a familias enteras, no perdonan a los niños y violan a las mujeres»

El testimonio de Svitlana, refugiada de Ucrania en Mallorca: «Disparan a familias enteras, no perdonan a los niños y violan a las mujeres» Guillem Bosch

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El testimonio de Svitlana, refugiada de Ucrania en Mallorca: «Disparan a familias enteras, no perdonan a los niños y violan a las mujeres» M. Elena Vallés

«Mi hija dice que dibuja la guerra», explica frente a la chimenea de una casa en Sant Llorenç des Cardassar Alina Herasimchuk, mientras su hija Emily rubrica un paisaje con rotuladores en un folio en blanco. Alina es una de las primeras refugiadas procedentes de Kiev que llegó a Mallorca el sábado. Lo hizo acompañada de sus hijos Illia y Emily Shorubalko, su hermana Svitlana Kransniaska y su sobrina Lisa. Ayer fue la primera noche que pudieron dormir del tirón en casa de Antònia Genovart y Jaume Femenias, que los acogen con los brazos abiertos. 

La relación de los Genovart-Femenias proviene de hace años, pues Svitlana es la madre gestante de sus gemelas. «El vínculo que hemos tenido siempre es fuerte, venían cada verano a esta casa, pero con la pandemia tuvimos que interrumpir las visitas. Cuando llegué de un viaje y me enteré de que había estallado la guerra en Ucrania enseguida le dije a Svitlana que había que sacarla de allí con los suyos», comenta Antònia, quien explica que los cinco ucranianos que acoge en su casa aterrizaron con lo mínimo en Palma: apenas unas mochilas y dos pequeñas maletas de cabina. 

Las hermanas Svitlana Kransniaska y Alina Herasimchuk y sus hijos pequeños han sido acogidos por la familia de Antònia Genovart y Jaume Femenias en Sant Llorenç des Cardassar GUILLEM BOSCH

Los primeros días en Mallorca, los pequeños de Alina le decían que querían volver a casa. Se extrañaban de su entorno y también de su padre. Las dos hermanas que han viajado kilómetros para llegar hasta la isla han tenido que dejar a sus maridos en Kiev, además de un hijo, el de Svitlana, que hace dos meses escasos ha cumplido 18 años. «Están en la reserva esperando a recibir una carta del ejército para ir a luchar», explica Antònia. «Se han quedado también con una abuela de los niños que está muy enferma y que por eso no ha podido viajar», comenta. 

«La OTAN tampoco hace nada, no nos ayuda», dice desesperada Alina. Su hermana indignada subraya que en Ucrania se está viviendo una «catástrofe, un genocidio perpetrado por el fascista de Putin».

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«Mi hijo se ha quedado en casa, él me llama y me dice: ‘Mami, quiero ir a Mallorca contigo’», relata entre lágrimas Svitlana. Usa su teléfono para escribir una frase y la traduce con el Google Translate. Quiere decir algo durante la entrevista, pero no domina el castellano. Le pasa el teléfono con las frases a Antònia, quien las lee emocionada: «Todos los días los rusos nos bombardean con bombas de racimo, que están prohibidas por la Convención de Ginebra. Disparan a familias enteras, no perdonan a los niños y violan a las mujeres». 

"Mi hija dice que dibuja la guerra», explica frente a la chimenea de una casa en Sant Llorenç des Cardassar Alina Herasimchuk, mientras su hija Emily rubrica una escena con rotuladores en un folio en blanco. Guillem Bosch

«La OTAN tampoco hace nada, no nos ayuda», dice desesperada Alina, quien el otro día tuvo que colgar una llamada con su marido porque se acercaban las bombas. «Tuvo que marcharse deprisa al búnker, nosotros vivimos en el piso número 15, arriba, es muy peligroso», narra en inglés. Su hermana indignada subraya que en Ucrania se está viviendo una «catástrofe, un genocidio perpetrado por el fascista de Putin»

El viaje hasta Mallorca de esta familia que ahora ha encontrado algo de «calma» ha sido un auténtico via crucis de cuatro días, una auténtica pesadilla en algunos de sus tramos. «Los primeros días, las mujeres aguantaron en el búnker, pero cuando empezaron a escasear los alimentos y las medicinas les dije que vinieran enseguida», confiesa Antònia, quien les envió mil euros vía Western Union. La idea era que se acercaran hasta el aeropuerto de Kiev para coger un avión que las sacara del país, pero el aeródromo ya estaba bombardeado. La alternativa fue coger un tren en la estación, donde se encontraron una estampa de violencia, terror y desesperación. «La gente se pegaba por conseguir subir al tren», explican. El ferrocarril las dejó en Lviv, la última gran ciudad cerca de la frontera con Polonia. Una vez allí, había dos opciones: ir caminando hasta la frontera, pero con niños tan pequeños (Emily tan sólo tiene cuatro años) y unas temperaturas bajo cero era imposible o subirse a un autobús que iba a dejarles en el primer campo de refugiados de Polonia. No les quedó otra que subirse al bus. «Les estafaron, les cobraron 600 euros por un trayecto de una hora», denuncia Antònia, quien da las gracias a la asociación Per Ells, que fueron quienes económicamente le ayudaron a comprar los billetes de avión de Svitlana y su familia desde Cracovia con parada en Múnich y destino Mallorca. «Pido que la gente haga donaciones a esta asociación que en breve traerán a dos familias más y tres autobuses con niños de un orfanato ucraniano».

Las hermanas Svitlana Kransniaska y Alina Herasimchuk GUILLEM BOSCH

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