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Un usuario de Aldaba: «Antes tenía miedo a la vida, pero ahora sé que tengo un futuro»

La Fundación Aldaba ayuda a adultos con una discapacidad intelectual a manejarse con la mayor autonomía posible «para que tengan las mismas oportunidades y derechos que todo el mundo»

Noemí y Paco posan frente a la Fundación Aldaba en Palma. | B. RAMON

Paco, Cristóbal y Noemí son tres de los aproximadamente 1.200 adultos que en Balears necesitan ayuda para manejarse en su día a día. Tienen una discapacidad intelectual y la meta de ser lo más autónomos posible. Una reforma legislativa ha allanado el camino desterrando el concepto de incapacidad judicial. La administración y las entidades sociales ya no ejercen la tutela sobre esa persona, reemplazada por una curatela representativa que le proporciona apoyo y asistencia.

«Cuando era pequeña tenía más miedo a la vida, siempre estaba triste. No tuve la infancia que todo el mundo desea. Aquí me han enseñado a ver la vida de otra manera a pesar de las dificultades que he tenido, a saber que tengo un futuro y a organizarme para vivir como una persona autónoma», explica Noemí, cuyo paso por la Fundación Aldaba ha marcado un antes y un después en su día a día.

Esta entidad atiende a 450 personas previo mandato judicial. La sentencia detalla qué tipo de ayuda demanda ese adulto y activa la maquinaria para cubrir todas sus necesidades. Aldaba llegó a atender al doble de usuarios, hasta que hace tres años la conselleria de Asuntos Sociales del Govern creó el Servicio de tutela de adultos y asumió buena parte del trabajo.

«He crecido tanto a nivel personal como laboral», dice orgullosa Noemí. Vive de alquiler en un piso —«que me pago con mi dinero» —y después de cuatro años recibiendo ayuda lleva las riendas de su vida. «Me manejo bien, de manera responsable y sintiéndome adulta para hacerlo sola. Hay cosas que cuestan más, pero no tengo nada que ver con la niña que llegó aquí por primera vez. Me sacaron del hambre, de la calle y de la tristeza, y ahora soy una Noemí distinta, fuerte e independiente. Me han transformado, pero un día espero poder decir que ya no les necesito», subraya esta joven.

«No se les quita su capacidad»

Potenciar la autonomía de estas personas requiere un gran esfuerzo y un equipo humano multidisciplinar. «Con la modificación de la ley se intenta que todas las personas con discapacidad conserven su capacidad jurídica. Se hacen unos trajes más a medida con unas curatelas representativas que les dan más autonomía. No se les quita su capacidad, si no que se les apoya en los aspectos en los que tienen una carencia. De este modo pueden tener las mismas oportunidades y derechos que todo el mundo», describe Arnau Socies, trabajador social de la Fundación Aldaba.

Arnau Socies, trabajador social de la Fundación Aldaba. | B. RAMON

El abanico de necesidades de estas personas es amplio. «Con cada caso hacemos un plan individual para evaluar sus carencias, que pueden incluir vivienda, higiene, ropa, alimentación, etc. Pero también les apoyamos a nivel de ocio y tiempo libre. Analizamos cuáles son sus talentos y aficiones. Y si no las tienen, les ponemos opciones sobre la mesa para ver si se las despertamos», explica Sergio Expósito, director del servicio Aldaba Suport Balears.

Es un apoyo integral que permite a estos usuarios plantearse un proyecto de vida. «Tenemos un espacio polivalente en el que les damos dinero de bolsillo y medicación. Y otro espacio para hacer talleres, lectura, ver películas o tomarse un café», indica Expósito. «Les acompañamos al médico, a comprar ropa, visitamos domicilios, hacemos llamadas telefónicas de seguimiento, gestionamos sus bienes o hacemos un inventario de su patrimonio», explica este experto sobre las necesidades más habituales de los curatelados a los que atienden.

Como Paco, preocupado por encontrar un trabajo que le permita completar sus años de cotización mínima para cobrar una pensión. «El psiquiatra me dijo que puedo trabajar siempre y cuando me tome la medicación. He hecho de todo. Por ejemplo, en Mercapalma limpiaba la nave, los cristales y todo lo que me mandaba el encargado», explica. «Hace nueve o diez años que vengo a Aldaba. Me ayudan a llevar mi vida y ser autónomo, no necesito más», añade.

Paco vive solo en una vivienda de su familia. «Es un piso demasiado grande. Estaría más cómodo en un piso más pequeño. Por ejemplo en Cala Major, donde podría estar más cerca de la playa», cuenta.

Acude a la fundación una vez por semana para recoger la medicación y el dinero que le administra la entidad. Pero se maneja con autonomía en otros ámbitos del día a día. «Te dice que con cien euros se apaña y va a comprar solo», interviene Socies.

Cristóbal vive en un piso con otros usuarios supervisado por un trabajador social. Se muestra tímido y rechaza posar para la cámara, pero durante la conversación se abre poco a poco. «Me gustan muchas cosas, sobre todo las manualidades. Y el taller donde he aprendido a cocinar. Lo que mejor se me da hacer es el lomo con pollo», subraya acerca del abanico de opciones que se le ofrecen.

Aprendió a trabajar en un huerto y ansía volver a hacerlo en el futuro. También quiere volver pronto a Eivissa, donde viven sus primos, a los que no ve desde que la pandemia desaconsejara desplazarse. Aunque, por encima de todo, a Cristóbal le gusta el Real Madrid: «Ganará la Liga».

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