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El negocio de las pateras, según la Fiscalía

Una decena de pateras, en el puerto de Cabrera.

Cinco horas de viaje en barcos de recreo con motores de 300 CV bastan para que una remesa de migrantes sea trasladado desde Argelia hasta las costas españolas en el Mediterráneo. Éste el panorama que dibuja en su última memoria anual la Fiscalía General del Estado sobre los grupos que se dedican al negocio de las pateras. La situación generada por la pandemia ha causado un desplazamiento de las redes que operan en el Mediterráneo desde Marruecos a Argelia.

El informe constata que se ha detectado a lo largo de 2020 la existencia de una gran variedad de organizaciones criminales funcionando en España dedicadas a esta actividad y un aumento de los barcos en precario que llegan a las costas españolas.

Relata Dolores Delgado en la memoria que a raíz de la pandemia, la ruta atlántica a Canarias se ha incrementado; mientras que en la ruta mediterránea ha pasado estar controlada por las estructuras argelinas. Las embarcaciones que parten de Argelia, lo hacen de localidades próximas a Orán (Mostoganes, Ain el Turk y Cazalquivir) con destino a las costas de Baleares, Almería, Murcia, Alicante y Granada. «Se utilizan pateras y embarcaciones Phantom, que son barcos de recreo dotadas de motores que sobrepasan los 300 CV y que realizan el viaje en cinco horas», asegura. La hora de partida es entre la una y las dos de la madrugada para llegar a la costa española al amanecer. El número de pasajeros por barco no suele sobrepasar los doce inmigrantes que pagan 3.500 euros por el trayecto. Lo normal es que sean argelinos, pero aquellos que proceden de Marruecos o del Sáhara el precio se incrementa en 2.500 euros por viaje. A veces, emplean barcos pesqueros en mal estado en los que viajan cerca de sesenta personas.

Normalmente hay dos pilotos para manejar estas embarcaciones y, una vez llegados a la costa, desembarcan al pasaje y regresan a Argelia para preparar otros viajes. Según la fiscal general, su ‘modus operandi’ no es el de grandes organizaciones criminales sino el pequeños grupos que operan como competidores y colaboradores. Cuando los propietarios de una barca no han logrado ocupar todas las plazas disponibles, reclama de otro grupo el número de pasajeros que necesita para completar a cambio de parte de los beneficios.

Dolores Delgado señala que los grupos organizados que usan las líneas marítimas «constituyen un paradigma de crueldad y desprecio por la dignidad del ser humano; solo persiguen el enriquecimiento personal. Como si fueran ganado trasladan a la península a niños, mujeres y hombres hacinados en embarcaciones extremadamente precarias en travesías muchas veces muy peligrosas». Un trayecto que puede acabar en naufragios con muertos.

La memoria refleja la dificultad que tienen las Fuerzas de Seguridad a la hora de investigar esas redes por la imposibilidad de lograr cooperación efectiva de los países donde están asentadas, o de fijar conexiones entre los partícipes en territorio nacional. A veces son meros grupos criminales en los que es muy difícil constatar las relaciones de jerarquía así como el reparto de tareas entre sus miembros. Están quienes se dedican a captar inmigrantes, los que recaudan el dinero, quienes realizan el transporte interno de los pasajeros por Argelia, los que los alojan antes de llevarlos a las embarcaciones y los preparan con víveres y combustible.

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