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opinión

Opinión | Cambios en cámara lenta

Los grandes carteles luminosos advirtiendo de la nueva velocidad máxima. B. Ramon

La pandemia ha introducido tantos cambios en nuestras vidas en los últimos once meses que uno más ya ni se nota. Ahora se trata de conducir por la Vía de Cintura de Palma al ritmo del proceso de vacunación o del carro triomfal de la Beata. Prohibido superar los 80 kilómetros por hora, prohibido alterarse, relájense, respiren si todavía les queda fuelle detrás de la mascarilla, contemplen el hermoso paisaje que va del Estadi Balear al túnel de Génova y piensen que, aunque lleguen tarde al trabajo o los niños al colegio, habrán contribuido decisivamente a mejorar el medio ambiente contaminando un poco menos. La inmunidad de rebaño al volante es conducir despacio, reducir 40 kilómetros el límite de velocidad y alcanzar nuestra propia onda verde. Eso sí, para reforzar el éxito de la iniciativa, los incumplidores que todavía circulan por el tercer carril serán cazados por los radares que en breve jalonarán la vía para contribuir a la recuperación de las arcas del Consell de Mallorca, que también está sufriendo mucho en esta pandemia, sobre todo con el protagonismo del Govern. Pero ahora la institución insular ya tiene sus propias restricciones.

Sin embargo, nadie se alteró ayer lo más mínimo por la entrada en vigor de la reducción de velocidad, que lleva la marca de Podemos. A quién le importa esa nimiedad tras haber superado un confinamiento, la fase 3, la fase 4 y la fase 4 reforzada con toque de queda.

Los conductores se incorporaron a la autovía de circunvalación de Palma apretando los frenos en el carril de incorporación. Venían con la lección muy aprendida y sobre todo con miedo a las multas, que no está la economía doméstica para más imprevistos. Abandonaron rápidamente la idea insensata de ocupar el tercer carril y se resignaron a ver pasar la vida en cámara lenta. El tiempo corría tan despacio que había tiempo para fijarse en los conductores de los otros vehículos y saludar a los conocidos, que Mallorca sigue siendo un pañuelo incluso en estas circunstancias.

Resulta muy útil reducir la contaminación en la Vía de Cintura y luego permitir que esos mismos vehículos entren todos en Palma sin restricciones, ni aparcamientos disuasorios en la periferia, ni una red de transporte público eficiente. Queremos imitar a Europa aplicando medidas medioambientales, pero nos olvidamos la mitad.

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