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Confina, que algo queda | Por Matías Vallés

Los responsables del bar España de la calle Oms retiran el mobiliario de terraza el martes poco antes de las seis de la tarde, el día que entró en vigor el nuevo horario de cierre obligatorio

Antes de postular nuevos confinamientos, el Govern debería explicar el fracaso estrepitoso de las restricciones que se suceden ininterrumpidas desde marzo. Los quinientos contagios diarios que registra Balears no guardan correlación alguna con la presunta «relajación social», esgrimida por Armengol para descargar la pandemia sobre los hombros de sus víctimas.

Los expertos del Govern no han aclarado todavía por qué las PCR incorporan a quinientos pacientes diarios con una tasa de positivos desenfrenada por encima del diez por ciento, en tanto que los cribados de sa Pobla, Sóller, Inca, estudiantes en el exterior, viajeros en Son Sant Joan y barridos en diversas barriadas de Palma no llegan al uno por ciento.

Y sobre todo, las fuerzas sanitarias que combaten la pandemia atrincheradas en sus despachos deberían confesar el fracaso estrepitoso del plan de vacunación. La excusa de que el ritmo lento se comparte con otras comunidades es una frágil excusa, dada la muy superior afectación sanitaria y económica de Balears. La residencia privada que experimentó un contagio masivo tras la primera dosis de Pfizer sirve de ominoso presagio. ¿Ha entrado el Govern a valorar el coste en millones de euros turísticos de la pésima imagen pandémica de Balears, debida en gran parte a la carnicería en los contenedores de ancianos que se resiste a sancionar?

Todo lo anterior no importa. Confina, que algo queda. Los próximos ataques a la libertad pueden superponerse a la opinión de una verdadera experta, una médica de atención primaria que lucha contra las pandemias en la vanguardia de un centro de salud, bien oiréis lo que dice. «Aún estoy viendo y tratando las consecuencias del salvaje confinamiento anterior: pérdida de capacidades mentales en mayores, cuadros de ansiedad y depresión en la población general, descompensaciones metabólicas, enfermedades graves con retraso en el diagnóstico... Y sobre todo, saber que hubo un incremento considerable de los suicidios infantiles y juveniles me parte el alma. Esto les da igual a los que se encargan de manejar esta crisis, ni hablan de ello ni lo consideran. Recurren a esta medida drástica (que es como amputar un miembro en lugar de tratar de curarlo) para tapar su absoluta incompetencia».

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