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Climent Picornell: «Los nuevos residentes en los pueblos no te saludan al cruzarse»

«Lo de privatizar caminos es una de las transformaciones más hipócritas que se ha hecho en Mallorca», asegura Picornell

Entrevista a Climent Picornell, geógrafo y escritor

Entrevista a Climent Picornell, geógrafo y escritor G. Bosch

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Entrevista a Climent Picornell, geógrafo y escritor Bartomeu Noguera

La cita es a pocos pasos de su casa, en la plaza de la Llotja de Palma, en una cafetería a la que acude fiel a un rincón cada mañana para desayunar. Al acercarse y al despedirse, Climent Picornell (Palma, 1949) gusta de saludar a los comerciantes vecinos que montan terrazas o suben la barrera para iniciar su jornada. Ha pasado una semana desde su última lección como profesor emérito de la UIB, tras 44 años dedicado a la docencia, y comienza su mañana de jubilado con esta charla.

El escritor Guillem Frontera decía que antes se refería a usted como geógrafo y escritor, pero hace años cambió el orden para definirlo como escritor y geógrafo.

Es cierto, ha sido algo que ha ido sucediendo de forma paulatina. Yo publicaba sobre didáctica de ciencias sociales, cartografía histórica, toponimia… y nadie se refería a mí como escritor. Pero de pronto escribí un libro que no era de temas geográficos, ‘Talaia Alta’, y después cinco o seis libros más, y es verdad que con el tiempo me he decantado más por ser escritor que geógrafo. Tiene razón Frontera, que por otra parte es buen amigo mío. En las dos ocupaciones me lo paso bien, y en las dos creo que me quedan cosas por decir.

También le describe como una persona “que escucha el viento”, un observador, un paseante…

Soy paseante, soy escuchador, un ‘flaneur’, pero no solo escuchador del viento, sino, sobre todo, de las personas. Me gusta visitar cafeterías y, sin querer, a veces oyes conversaciones que, automáticamente, después tengo que transformar en escritos. De esta forma puedo recoger de alguna forma el sentir, la latencia de estas sociedades nuestras. Ya sean las urbanas o las rurales, porque aunque haya una convergencia cada vez mayor entre ambas, todavía quedan puntos de diferencia. En mi libro ‘Mallorca profunda?’ le puse el interrogante porque creo que esto de la Mallorca profunda es un invento de gentes de Palma. Pero es verdad que hay momentos, rincones y expresiones que siguen separando la Mallorca más urbana del resto de isla.

¿Y cómo se ha sentido ese paseante en tiempos de confinamiento?

Las semanas de confinamiento mayor las viví aquí, en la plaza de la Llotja, y el lugar recuperó su aspecto primitivo, sin bares, sin gente sentada, sin ruido, sin músicos, y me dediqué a reobservar mi casa, a conocer y reconocer vecinos por las azoteas, y comprobar que, excepto uno, todos son extranjeros. En mis salidas a comprar aprovechaba, y he estado solo en el paseo del Born, completamente solo, una sensación fantasmagórica y extraordinaria, una sensación muy bella para mí. Pero este observador no se podía perder por la ciudad, que es lo que tiene que hacer un ‘flaneur’. Guy Debord escribió ‘Teoría de la deriva’ y decía que para estudiar la psicogeografía de los lugares lo que se tenía que hacer es perderse por las ciudades, no ir con un plan determinado. Y esto yo lo hago incluso por ‘fora vila’, así el paisaje recupera la sensación de ser un lugar vivido, porque los espacios geográficos cuando depositas en ellos un valor o un sentimiento se convierten en un lugar vivido.

«Los nuevos residentes en los pueblos no te saludan al cruzarse»

Estas semanas se ha hablado mucho de la saturación de espacios naturales. Resulta que somos más de los que nos pensábamos, antes era fácil culpar de todo a los turistas.

Sí, pero creo que es un poco anecdótico y responde más a un déficit de preparación de los espacios que reciben gente para después redistribuirla. Pienso que en Balears tenemos unos espacios naturales de primerísima calidad y lo que hay que hacer es prepararlos para estas situaciones. Aunque, ciertamente, es verdad que somos más de los que nos pensábamos. Somos los que somos, y así nos damos cuenta que ha venido mucha gente nueva. 

Si los espacios pueden cargarse de emociones y sentido, ¿cómo se ha cargado el espacio Campus universitario de la institución UIB?

Es una buena pregunta, yo quise hacer mi lección de despedida en el Estudi General Lul·lià, cuna histórica de la Universitat, pero en el tema Campus hay dos líneas de opinión: una dice que si no hubiéramos tenido este espacio no tendríamos la UIB actual, no hubiésemos crecido a la velocidad que se ha hecho, y es un lugar de fácil aparcamiento. Otra corriente de opinión dice que se tendría haber hecho el Campus en el centro de Palma. Pero esto no es tan sencillo, y para mí, pese al gasto energético en desplazamientos, la ubicación del Campus fue una apuesta de futuro para nuestra Universitat.

¿Habría que homenajear a quienes bautizaron zonas de la isla como Los Pinos, Las Maravillas, Las Palmeras…?

Claro, y yo lo estudié en mi artículo ‘La neotoponimia de les Illes Balears’, donde investigué neourbanizaciones como Shangrila, calles como Pulpo o Calamar, o calle la Niña, calle la Pinta, calle Carabela… un auténtico desastre. Veníamos de décadas de toponimia masacrada con la dictadura y nos adentramos en la época de la toponimia turística. Y además en estas zonas los nombres de los hoteles se convierten en dominantes y la gente se cita en la calle del Acapulco, por el hotel, y queda triturado el nombre real. Me encargaron un trabajo de revisión de mapas estatales militares y me encontré muchos desastres, por ejemplo, carrutxa se había transformado en casucha, y el molí dels Paperers estaba inscrito como el molino de Popeye. Pusimos un poco de orden y sentido.

Ciudades y pueblos con calles comerciales idénticas, con una sucesión de franquicias boutique muchas veces dirigidas a los no residentes.

Esa ha sido y es una de mis luchas, porque yo vivo en un centro urbano y he visto el proceso de gentrificación, que es global, y convierte lugares céntricos que se recuperan, se venden y los ocupa nueva gente. El sentido de barrio ha cambiado totalmente en estos últimos cuarenta años, no hay tiendas, no hay carnicerías, no hay quioscos de prensa… Por eso hay que valorar el trabajo de las asociaciones vecinales o del colectivo Palma XXI para luchar contra esos centros urbanos que son de usar y tirar, la gente acude y cuando se van quedan desérticos. El centro de Palma no está vacío, pero está en proceso de vaciamiento.

«El centro de Palma no está vacío, pero está en proceso de vaciamiento»

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¿La gente de la part forana ha desconectado de Palma, del centro de la ciudad?

Palma para los no palmesanos es un lugar desconocido y mítico. A veces digo a alguien que estoy en la plaza de la Llotja y no sabe dónde está. ¡Y para mí es el centro del mundo!

¿Qué sería la Palma profunda?

Nunca había pensado en el concepto Palma profunda, pero también existe. No lo identificaría con las grandes familias: los ‘botifarres’ o las Set Cases, eso está desfasado. Tenían tantas propiedades que algo les queda, pero las grandes mansiones están colonizadas por organismos oficiales, y me parece bien, o por nuevos residentes extranjeros o bien hoteles boutique. La verdad es que todavía queda gente que nos gusta esa Palma profunda y oficiamos de sacerdotes, y por ejemplo citaría a José Carlos Llop, gran conocedor de la ciudad. Y no nos olvidemos de la Palma de las barriadas, en las que había mucha gente transplantada de los pueblos de Mallorca. Ahora es lo contrario, la gente joven de Palma se va a los pueblos. En mi pueblo, en Sant Joan, estos nuevos residentes tienen una característica muy curiosa, y es que no dicen “adeu” cuando pasan a tu lado, o sea que no han asumido el ‘costumari’ local. A veces cuando voy por Sant Joan, de mi casa al bar, cuento las veces que digo “adeu” o “adiós” y me salen unas cincuenta o sesenta veces.

La globalización en Mallorca es pasar por la Vía Cintura de Palma y que los paneles informen que la carretera de Formentor está cerrada.

Es verdad, y antes era la otra punta del mundo. Un lugar al que nuestros abuelos nunca iban. Es gracioso y sintomático de nuestro presente, de una sobrepoblación y de un momento de saturación turística. Como dice Matías Vallés, no estamos preparados para saber cuánta gente cabe en el paraíso.

¿Los pueblos ‘que no pasan’ de Mallorca tienen una personalidad especial?

Son los pueblos que decimos que tienes que ir a propósito, no te vienen de paso, y, por lo tanto, por este hecho geográfico a la fuerza han heredado una personalidad propia mayor que otros, la han conservado de una forma distinta a los pueblos con una carretera de paso. Aunque ahora con las redes sociales y la mayor movilidad de los jóvenes todo esto está cambiando. La movilidad en coche privado en Mallorca es espectacular.

«Pese al gasto energético, la ubicación del Campus fue una apuesta de futuro para nuestra Universitat»

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¿Se podría hacer una descripción de la red viaria de Mallorca teniendo en cuenta quiénes eran los propietarios de las fincas cuando se construyó cada carretera? 

Claro, y así se explicarían muchas curvas y muchos ‘cuatros’ porque era los terrenos eran de tal señor. Las antiguas possessions querían caminos cercanos, pero ahora los nuevos grandes propietarios no quieren. Si tuviera que financiar una asociación lo haría a plataformas por los caminos públicos. Hacen un trabajo extraordinario, porque lo de privatizar caminos es una de las transformaciones más hipócritas que se ha hecho en Mallorca. Se tiene que hacer un seguimiento para estudiar cada camino y el uso de paso que debe tener.

Los locutores odian la palabra desestacionalización, ¿hay que odiar la desestacionalización en sí?

Siento mucho no poder decir ahora algo importante. Sobre la desestacionalización o la diversificación se puede decir cualquier cosa, y mira que he dedicado tiempo a estudiar el tema. Se puede trabajar y hacer camino hacia la diversificación, pero solo hacer camino, ahora mismo no es una alternativa al turismo, ¿cómo cambiamos el periodo de vacaciones de la gente? Tenemos que trabajar en segmentos de población pequeños, en eso estoy de acuerdo. En definitiva, el desestacionalizador que desestacionalice, buen… Hay palabras que pierden el sentido de tanto utilizarlas.

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