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El rector Huguet se garantiza no volver a dar clase cuando deje el cargo

El Consell de Govern de la Universitat aprueba la «reducción total docente» hasta 18 meses después de abandonar el rectorado

El rector cumplirá setenta años en 2023, fecha en que expira su «reducción total docente».

Las «tareas docentes» que parte del profesorado universitario considera una carga no incomodarán al actual rector una vez que finalice su mandato el año próximo. Llorenç Huguet logró ayer una cómoda aprobación, por parte del Consell de Govern de la Universitat, de una «modificación» del funcionamiento vigente. Según el nuevo enunciado del Acuerdo Normativo, «podrá mantener la reducción total de la dedicación a tareas docentes durante 18 meses si ha ocupado el cargo al menos tres años».

Huguet cumple 67 años en noviembre. Una vez que abandone el rectorado que ha desempeñado durante 16 años en sendas etapas de dos mandatos cada una, los 18 meses en que ha conseguido ver reducida su vida docente lo situarán en 2023, cuando alcance los setenta que determinan su jubilación. La «nueva redacción» que garantiza un distanciamiento definitivo del rector de las aulas fue aprobada ayer por 23 votos a favor, nueve abstenciones y un voto en contra.

El argumento que justifica el perdón docente es “el innegable aumento de la atención a las tareas de gestión y administración”. Más veladamente se señala que «la docencia, la investigación y la transferencia del conocimiento» han de estar «permanentemente actualizadas, lo cual requiere un perfeccionamiento continuado del profesorado». Por tanto, la entrega de Huguet a la gestión con «la dedicación necesaria» ha «incidido» negativamente en la labor que puede desempeñar en las aulas. La solución ha consistido en la innovación del año y medio de carencia, alterando una normativa vigente desde 2008.

Unos cuarenta altos cargos universitarios verán reducidas sus horas lectivas al abandonar el puesto

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El rectorado se ha preocupado de que los beneficios lectivos se transmitieran a los peldaños inferiores de la jerarquía universitaria, cuyo voto era fundamental para la aprobación ayer de la exención lectiva. Los cargos que verán reducida su carga docente con posterioridad al abandono de sus posiciones son básicamente los vicerrectores, los decanos de facultades y los jefes de departamento. En estos casos se ha optado por prolongar, entre seis meses y un año, las reducciones de jornada docente que rigen durante el compromiso con la «gestión y administración».

Las prórrogas de carencia lectiva más allá del cargo se han revestido de un periodo de «actualización y perfeccionamiento» para los dirigentes universitarios. El privilegio ahora concedido se admite indirectamente al señalar que la liberación de los alumnos «servirá de incentivo al personal docente e investigador para ocupar determinados cargos». No impartir clases se presenta pues como un aliciente promocional

Las clases que no darán los altos cargos cesantes seguirán programadas, lo cual obligará a un mecanismo de sustitución. La cifra total puede estimarse en miles de horas a asignar a otros profesores en tiempos de estrecheces económicas, y durante un año entero si la jerarquía se ha desempeñado durante tres.

La cifra total puede estimarse en miles de clases perdonadas, a cubrir mediante otro procedimiento

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La normativa aprobada ayer masivamente por el Consell de Govern universitario destapa la relación esquizofrénica del profesorado universitario con el alumnado. Frente a los docentes vocacionales, otros miembros del claustro se someterían a notables sacrificios para evitar «la capacidad docente mínima de 120 horas para realizar tareas docentes presenciales».

De Nadal Batle, el rector más carismático de la UIB pese a su accidentada salida, se afirmaba con ironía que “lo peor que podía ocurrirle es volver a dar clase”. Huguet, también matemático como su predecesor, llegó al rectorado con la promesa de acabar con los comportamientos personalistas.

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