Francina Armengol apadrina una cacicada estéril que envidiaría Díaz Ayuso. Ambas comparten la misma doctrina, más totxos y menos xips. En días consecutivos, el Govern de ultraizquierda se abaja ante Pedro Sánchez y ante los autores de la destrucción de Mallorca. El turismo y la construcción salvajes se seguirán autorregulando, ahora por Decreto.

El coronavirus no es la causa, es la excusa del Govern que ya cerró los ojos ante Petit Deià. El ejecutivo tiene tanta prisa por destruir Mallorca que ni siquiera se ha llevado un argumento a la boca. Con una lógica aplastante, atiza la multiplicación de la oferta turística en una isla con medio millón de camas vacías. Incapaz de pelear con Madrid, se rinde a la Federación Hotelera. La banda del REB vuelve a jalear. Cobrando, claro.

Bruselas ha tenido que darle al neroniano Sánchez, cada vez más militarizado, la respuesta brusca que esquivó el acobardado Govern. Y nadie puede dudar de que para la salud de Balears sería menos peligroso encerrar al ejecutivo de Armengol en cuarentena, y autorizar el libre flujo de turistas.

Cuesta agravar una pandemia, pero el Govern megaprogresista puede conseguirlo. En la desesperación se han reencontrado con su auténtica vocación. No solo rehabilitan a Carlos Delgado como avanza Terraferida, sino que reivindican al conseller de José Ramón Bauzá. Camiseta verde y rostro gris cemento. La Ley General Franco de Turismo del PP, abreviada en la Ley de la Selva. Los hoteleros reconocen que se ha acatado su "reivindicación histórica", Vox aplaude a Armengol.

A quienes se encomiendan a la santa resignación mallorquina ante la endiablada situación, conviene recordarles que la Ley de la Selva no soluciona nada ni lo pretende. Como bien señala el CES de Carles Manera en la introducción a su último estudio, "ningú, absolutament ningú té en aquests moments un quadre de comandament que ens asseguri quina és la millor solució".

La izquierda en el Govern propone construir a lo grande, "sin necesidad de licencia municipal". Bastará la "declaración responsable", sin duda la figura más cómica de un sector cuyas grandes mansiones en Son Vida o en el Port d'Andratx figura en todas las variantes defraudadoras de los Papeles de Panamá. Con el agravante de que el Consolat y sus jefes instan a los funcionarios de Urbanismo a desobedecer la ley. A "agilizarla", por emplear su lenguaje orwelliano, en aplicación calcada de las pautas del famoso mafioso local a quien nunca han criticado.

En la línea de las urbanizaciones ultraprogresistas sin alcantarillado, la construcción sin licencia debe ser el particular homenaje de Iago Negueruela, inspector de Trabajo, a las decenas de obreros fallecidos en las reformas alocadas de hoteles. La temporada va antes que la vida.

Suerte de la presencia benéfica de Més en el Govern. Gracias a su empeño, las ampliaciones de hoteles al veinte por ciento se reducirán al quince. (A propósito, ¿por qué los propietarios de inmuebles no hoteleros carecen del mismo privilegio para rentabilizar sus vivienda?). El nuevo eslogan de los nacionalistas furibundos rezará "Quien ama Mallorca, solo la destruye en un quince por ciento". Y ahora con todas las licencias soberanistas. Estas son las enseñanzas que extrajeron después de que la autopista a Campos redujera su presencia institucional a la mitad.

A la manifestación de cincuenta mil personas, bajo el lema de "Qui estima Mallorca no la destrueix", asistió el vicepresidente Juan Pedro Yllanes, por entonces significativo magistrado de la Audiencia Provincial. Es decir, se arriesgaba más desde un cargo judicial que podía reportarle una sanción que en su calidad de vicepresidente del Govern por el ausente Podemos. Ahora sabemos que las tropas de Pablo Iglesias, con unos resultados espectaculares en la isla, han llegado al poder para consolidar a constructores y hoteleros derrotados por un humilde virus.

Los empresarios turísticos agazapados insisten en que, sin su divino concurso, los hoteles acabarán en manos de fondos buitre. No aclaran sin embargo cuál es el depredador totémico de la actual advocación de sus establecimientos, o qué diferencia habría con un propietario de Singapur. El único plan que ha aflorado de los hoteleros se resume en el sensacional "he hablado con mi papi y me ha dicho que nunca vio nada igual".

Dostoievski nos recuerda en sus fenomenales novelas Crimen y castigo que "cualquier criminal en el momento de cometer el crimen sufre una pérdida de voluntad y raciocinio, sustituidos por una inconsciencia infantil, una inconsciencia descomunal, justo en el momento en que más necesarios resultan el buen juicio y la precaución". Así ha sido por decreto, pero este crimen quedará sin castigo. No habrá manifestaciones multitudinarias, solo el silencio de los corderos. El Govern sabe que está pisoteando a una población reducida a rebaño por el Estado de Alarma.

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