La semana pasada una familia marroquí afincada en el Llevant de Mallorca perdió a la madre de uno de los cónyuges. Decidieron repatriar el cuerpo ya que querían que fuera enterrada en Marruecos y contrataron ese servicio con la funeraria Parc de l'Auba. La empresa se encargó del traslado, que debía hacerse vía Barcelona, y para allá remitió el cuerpo.

El viernes Marruecos cerró sus fronteras por mar y aire. El sábado el féretro llegó a Barcelona. Así, el ataúd fue devuelto a Mallorca. El cuerpo sigue hoy en la cámara de conservación de la funeraria y los familiares de la finada, que habían viajado con antelación para preparar el entierro, siguen en Marruecos, de donde ahora no pueden salir.

Otra familia. Miércoles por la noche, una habitación de un hospital de Palma. Unos hermanos visitan a su padre nonagenario, que lleva varios días allí hospitalizado por achaques propios de la edad: "No nos dejaron abrazarlo, por si acaso". El hombre murió poco después. "Si lo llegamos a saber... le hubiéramos dado ese último abrazo", dice una de sus hijas.

Otra familia, ésta de origen argelino. Querían repatriar a Argelia el cuerpo de un ser querido fallecido la semana pasada. Serveis Funeraris de Mallorca se encargó de organizar el traslado. Cuando ya estaban en el aeropuerto de Son Sant Joan tuvieron que anular la repatriación ya que en Argelia no podían recibirlo. Finalmente la familia ha tenido que enterrarlo en Mallorca, en contra de sus deseos.

Éstos son solo tres de los muchos dramas personales que están teniendo lugar dentro del gran drama de la pandemia del Covid-19. Y es que aunque el mundo se pare, la vida sigue y con ella sigue también la muerte.

Cada día siguen muriendo personas en la isla, casi todas por motivos ajenos al coronavirus, aunque el virus acaba afectando a los familiares de todos los finados, que no pueden abrazarse, no pueden invitar a los conocidos a despedirse en el velatorio, no pueden celebrar un funeral religioso en el que los allegados expresen su pesar y apoyo por la pérdida y buscar consuelo en la fe. Ni siquiera pueden organizar una gran cena de familia para celebrar la vida del ser querido y compartir recuerdos.

El confinamiento no respeta los habituales rituales de despedida. Y eso puede complicar mucho el duelo. Lo explica la psicóloga Carme Servera, que señala que estos rituales son muy importantes para algunas personas y pueden modular mucho la gestión de la pérdida.

Cada persona es un mundo y algunas no organizan estas ceremonias cuando pierden a un ser próximo en 'condiciones normales', pero para otras, indica, por ejemplo es muy importante, por una cuestión de creencia religiosa, "el acompañamiento del cuerpo del familiar". Creen que velarlo es importante porque es "no abandonarlo".

En algunos tanatorios se da la opción de hacer velatorios muy acotados, pero muchas familias prefieren postergarlos. Servera cree que puede ser una buena idea celebrar una ceremonia reducida: "Si las autoridades sanitarias dan la opción y la familia lo necesita, está bien que se permita hacerlo, también hemos de evitar que el miedo se vuelva viral", indica. En cualquier caso, "es una decisión muy personal".

A las personas cercanas les aconseja usar redes sociales, teléfono, videoconferencia y mensajes para hacer llegar su apoyo y calor a las familias que estén de luto. Nada sustituye al contacto físico, "que ahora volvemos a darnos cuenta de lo importante que es", pero ese "acompañamiento" y el decir lo que se siente, aunque sea en la distancia, "puede ayudar muchísimo".

Las funerarias, al pie del cañón

La muerte es siempre un ámbito muy especial y delicado en el que trabajar. Los trabajadores de las funerarias, servicio esencial, ahora no solo han de saber gestionar la tristeza, también se encuentran con la frustración de unas familias que no pueden celebrar los ritos habituales, además del temor que sienten de estar expuestos al contagio. Nadie les aplaude, pero ellos también siguen al pie del cañón.

En la Empresa Funerària Municipal de Palma ya han afrontado nueve decesos (datos del viernes por la mañana) entre casos confirmados de Covid-19; casos "probables"(las pruebas no han sido concluyentes) y casos "posibles" (tenían un cuadro clínico compatible con el coronavirus), según la terminología sanitaria.

En estos nueve fallecimientos han aplicado el mismo meticuloso procedimiento. Los operarios acuden a recoger el cuerpo (todos estos casos han sido en el hospital, menos uno que ha sido en una residencia) protegidos con el Equipo de Protección Individual (EPI) de máximo nivel: dobles guantes, mono impermeable de un solo uso, gafas y mascarilla. Meten el cuerpo en una bolsa hermética, se precinta y se introduce en el féretro, que también se precinta. Cada vez que se realiza esta operación se desinfectan bolsa y ataúd, por todas sus caras.

El finado es llevado al tanatorio, donde la familia decide si quiere incinerarlo o inhumarlo. "En ningún momento se puede abrir la caja", explica Jordi Vila, gerente de la Empresa Funerària Municipal (EFM).

"Es muy difícil para los parientes, algunos han ingresado al paciente y ya no lo vieron ni lo verán nunca más", cuenta Vila. Dado que han suspendido todos los velatorios, dan una opción alternativa: ofrecen una sala de ceremonias durante quince minutos para que la familia (15 personas como máximo) pueda celebrar una sencilla ceremonia.

El escenario cambia por momentos y el viernes la EFM decidió adoptar la protección máxima también ante los fallecidos por causas en principio ajenas al coronavirus.

Así, ya no se realizarán los trabajos habituales para 'arreglar' los cadáveres en ningún caso para evitar que los trabajadores tengan contacto. "El tema ha cogido un volumen tal que ya no sabemos si los fallecidos son portadores o no", argumenta Vila, que razona que los empleados están soportando "un nivel muy alto de estrés".

De los 93 trabajadores de la plantilla, uno está confinado ya que su mujer ha dado positivo. La situación además ha coincidido con un pico de fallecimientos y, por tanto, con más trabajo: "No es por el coronavirus, de vez en cuando tenemos estos picos 'inexplicables' y este mes hemos tenido un 30% más de fallecimientos que en marzo del año pasado". Con todo, el escenario es muy complicado.

Antes de que empezaran las restricciones, las familias ya dejaron de celebrar velatorios. Vila señala que en general entienden y asumen. Mónica Miranda, gerente de Serveis Funeraris de Mallorca, sí se ha encontrado con familias que no lo encajan bien: "Les duele mucho".

"Sabemos mejor que nadie la importancia de los ritos funerarios, pero por la seguridad de nuestros empleados y de las familias hemos suspendido todos los velatorios, les damos la opción de hacerlos más adelante", cuenta.

En esta funeraria, que depende del grupo Áltima, trabajan siete personas a las que han organizado en grupos para que no tengan contacto unos con otros: "No podemos tener contagios, somos el último eslabón de la cadena sanitaria y un servicio esencial".

Sus trabajadores están usando los EPIs de máxima protección con todos los decesos y aunque tienen stock, están inquietos por las posibles carencias de abastecimiento.

También lo está Onofre García Prohens, gerente de Parc de l'Auba, funeraria ubicada en el Llevant: "Ya con la gripe A y con el ébola hicimos acopio, en previsión, pero los proveedores de equipos de protección ya han agotado todo y eso nos preocupa".

Asimismo le preocupa el bienestar de sus empleados, cuyo trabajo les expone al contagio, y también el impacto económico que tendrá en la empresa. Ya han adoptado un ERTE han adoptado un ERTE para las dos personas que trabajaban de cara al público atendiendo en los velatorios.

"Está estudiado que poder despedirse es importante en el proceso de duelo y por eso, para dar algo de humanidad, abrimos el velador para la familia directa (hasta diez personas) para que pueda estar junta un rato antes del entierro o la cremación", apunta.

Un efecto inesperado de la suspensión de los velatorios es que ha aumentado el número de personas que envían sus condolencias por escrito a través de un formulario de la web de la funeraria.

Hace tiempo que lo tienen activado, pero nunca había funcionado como ahora: hasta 80 personas enviaron su pésame por escrito por el fallecimiento reciente de un vecino. Estos días las palabras sustituyen a los abrazos para transmitir algo más importante que nunca: 'Estoy aquí'.