“Cuando dan un aviso o alerta por lluvias hay una cierta psicosis en el pueblo por si se vuelve a repetir la tragedia. La verdad es que te preocupas más que antes. Hace unas semanas, con las primeras tormentas y la gota fría hubo un poco de obsesión por si podía ocurrir lo mismo”. Toni Bauzà, propietario de la carpintería Can Llavorim y de otros dos locales en Sant Llorenç, sufrió graves daños materiales en su negocio tras la riada de hace un año. “Si volviera a llover como lo hizo entonces, volvería a pasar lo mismo aquí, en Manacor o en cualquier pueblo. Ahora, el torrente está limpio. No se puede aparcar en las calles inundables. Pero ese volumen de agua es inasumible por este o cualquier torrente”, detalla. “Aún hay momentos en los que piensas en todo lo que pasó. Cuando llueve siempre te viene a la cabeza, pero hay que seguir adelante y poder contarlo”, añade. “Las ayudas no tardaron. Pudimos cobrar pronto. En un mes, el negocio ya funcionaba casi al cien por cien. Esta vez, la Administración lo hizo bien y nos ayudó”, concluye Bauzà.