El Govern de las izquierdas unidas de Balears ha desmontado la política contra la sanidad pública de José Ramón Bauzá. Ha devuelto tarjetas a inmigrantes, ha incrementado el presupuesto, ha abierto más camas hospitalarias y contratado más especialistas. Muy bien. Y hasta aquí el aplauso. Ahora toca la crítica, sin cuyo ejercicio el periodismo pierde su sentido.

La atención primaria continúa siendo la olvidada. Apenas se han producido avances desde que en 2015 la izquierda conquistó el poder. Balears está a la cola de las autonomías con apenas 0,6 médicos de familia y 0,5 enfermeras por 1.000 habitantes.

Existen hasta tres razones fundamentales para apostar fuerte por los centros de salud.

La primera de ellas es que con calidad y medios en esta instancia se ahorra mucho dinero y se rebaja la presión hospitalaria. No cuesta lo mismo atender a un enfermo en el primer nivel de atención que en urgencias de cualquiera de los cuatros grandes hospitales públicos de Mallorca, donde los costes se disparan.

La segunda es que el buen médico que trata asiduamente a su paciente, y a la familia, conoce su historia, sus carencias y su evolución. Puede practicar la medicina preventiva y a veces descubrir que algo no funciona solo con mirar a la cara. Los ordenadores son muy útiles en medicina, pero el contacto directo sigue siendo fundamental.

La tercera, y perdonen la alusión a un caso verídico, es que con personal y medios se evita que el Punto de Atención Continuada atienda al enfermo por teléfono. Sin el ojo del médico, una apendicitis se transforma en peritonitis que requiere 80 días de UCI y una larga rehabilitación con un coste millonario para las arcas públicas.

Tres razones poderosas para que el objetivo sanitario de la segunda legislatura de la coalición de izquierdas sea mejorar la atención primaria.