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Opinión

El nudo gordiano de la vivienda

'Vendre ses cases i anar de lloguer' ya no se estila en Mallorca. El refrán más adecuado a la situación actual sería 'comprar cases i posar-les en lloguer'.

Busco piso en Palma y lo primero que aparece en internet es un piso de 72 metros, con dos habitaciones y un baño en el Rafal Vell. Un tercero sin ascensor y sin muebles por el módico precio de 800 euros al mes. Para ocuparlo se necesitan 2.400 euros entre la primera mensualidad, la fianza y la comisión de la inmobiliaria.

Los 800 euros son casi un sueldo para muchos trabajadores. Cómo afrontan estos inquilinos el resto de pagos necesarios para sobrevivir es un misterio tan complejo como el de la Santísima Trinidad. Los datos son más preocupantes si constatamos que mientras los precios de la vivienda han subido en torno al 10% anual, los salarios han rondado el 2% en el mejor de los casos. Más aún, los alquileres de la isla se encuentran entre los más caros de España. En cambio, el poder adquisitivo está por debajo de la media estatal. Una dinámica más difícil de atajar que el nudo gordiano al que se enfrentó Alejandro Magno.

La falta de una auténtica política de vivienda, la locura desatada por el alquiler turístico y la bonanza económica de los últimos años, que atrae hacia el archipiélago a miles de trabajadores, agravan un problema que enfrenta los intereses contrapuestos del propietario y del inquilino.

El artículo 33 de la Constitución reconoce "el derecho a la propiedad privada y a la herencia" y añade que "la función social de estos derechos delimitará su contenido, de acuerdo con las leyes". En el artículo 47 se afirma que "todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho".

Los propietarios compran un inmueble o lo heredan tras pagar impuestos. Invierten en su rehabilitación, a veces, y siempre en su conservación. Abonan algunas tasas municipales y más impuestos por los ingresos que les proporciona el alquiler. Se arriesgan a los impagos, que la Justicia soluciona con lentitud paquidérmica y, en casos extremos, se ven obligados a arreglar los desperfectos que causan algunos inquilinos vandálicos. ¿Cómo se trasladan todos estos conceptos al precio?

Los arrendatarios exigen, con razón, su derecho a un hogar digno. El problema es que nadie puede pagar más de lo que ingresa. ¿Cómo se soluciona el enredo?

Las fuentes consultadas en la información auguran una moderación en la subida del precio del alquiler, aunque otros estudios no son tan optimistas. Moderación. No paralización ni reducción. Un alivio, pero no una solución.

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