En verano se consumen helados, en Navidad turrón y en Semana Santa panades. Heladeros, turroneros y panaderos saben que en estas fechas sus reservas de materia prima y de producto elaborado deben adecuarse a la demanda.

A finales de octubre de cada año finaliza la temporada turística, al menos cuando los vientos soplan a favor. Desde hace décadas varias decenas de miles de trabajadores finalizan sus contratos y pasan a engrosar las listas del paro. Es una catástrofe económica, pero no inesperada. Es consecuencia de una actividad estacional.

Sorprende que nadie en el antiguo Inem, hoy rebautizado como SEPE -vaya usted a saber por qué- haya previsto el colapso burocrático que iba a producirse. Dar cita dos meses después de acabar la última jornada laboral y, como consecuencia de esta demora, posponer hasta febrero el cobro de la prestación es un dislate intolerable.

Es necesario tomar medidas drásticas. Si los refuerzos de personal no son suficientes, propongo castigar a los políticos y altos funcionarios responsables del disparate retrasando cuatro meses el ingreso de sus pagas. Las manifestaciones saldrían a la calle en diez días. Sin embargo, el parado es el eslabón más débil y parece que más de uno piensa como la diputada del PP Andrea Fabra: "¡Que se jodan!”.