No hay novedad en el comportamiento del Gobierno con respecto a Balears. Renovación de plazos, promesas y buenas intenciones que se quedan en el micrófono y el papel sin validez práctica. El ministro Ávalos vino ayer a Palma a dar largas al catálogo de asuntos trascendentales pendientes y Francina Armengol mantuvo la sonrisa. Lo uno y lo otro confluyen en la renovación de los ingredientes de decepción para el ciudadano y en un reconocimiento implícito de errores y fracasos.
Porque decir que se estudiará la implantación de tarifas máximas para los vuelos con la península y que se procurará un sistema para que el pasajero no tenga que desvelar su residencia insular hasta que el precio este cerrado, significa admitir que el descuento del 75% solo ha dado alas a las compañías aéreas y rastreado el bolsillo del viajero. Sorprende que el ministro de Fomento "no tenga constancia efectiva del encarecimiento". Qué lo pregunte en la sala de espera de Son Sant Joan a su regreso a Madrid.
Bloqueado en el atraso y el error también queda el REB que ya ni siquiera recibe este nombre. Nuevos plazos incumplidos. Se pospone, de momento, con la promesa para el año nuevo de aportaciones de 100 millones en diez años para el metro y el tranvía del aeropuerto y Son Espases. Lo hace un Gobierno que tiene los presupuestos a la intemperie y la estabilidad parlamentaria fluctuando sobre la incerteza de avatares políticos y electorales.
