Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Niños robados

Niños robados

No estoy muy seguro de que el robo de niños sea un problema reducible a los manejos de la dictadura franquista, ni que, desaparecido el dictador, podamos felicitarnos porque el problema ha desaparecido ya. Pero si aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid utilizamos la Ley de Memoria Histórica para saber qué sucedió con los niños vendidos como mercancía en Mallorca durante los años 60 y 70 „puede que hasta 90, como dice el reportaje al que acompaña esta columna„, al menos habremos sacado alguna ventaja de esa ley que me temo que va a quedarse en la mayoría de los casos en el postureo habitual.

Por más que sea fácil, cómodo y útil maldecir los usos propios de la dictadura franquista, la política tiene muy poco que ver con las prácticas delictivas que llevaron a episodios tan dramáticos como el del robo en 1969 de un bebé en la clínica madrileña de San Ramón por el que se está juzgando al octogenario doctor Vela. Los culpables de tales atropellos no tenían necesidad alguna de contar con un cargo oficial; es más, puede que incluso hubiera molestado. Era una cuestión que quedaba entre los mandamases de la sanidad, con la bendición de algunos religiosos cuya fe tenía que ver más con el papel moneda que con las creencias sobrenaturales. Concluir que las monjas que hacían entonces de comadronas o enfermeras eran todas ellas unas criminales sería tan absurdo como negar que la complicidad de la Iglesia permitió llegar más lejos de lo que los médicos corruptos habrían logrado. Si añadimos esa cobertura piadosa a la condición siempre miserable de la madre a la que le arrebataban su hijo, tenemos el guion perfecto de la España negra.

Tales tiempos están tan lejos ya, por suerte; tanto como para hablar de la Historia y su recuerdo. Pero sería absurdo creer que el problema de fondo ha desaparecido también. La compraventa de bebés tenía que ver por supuesto con los matrimonios que, queriendo tener hijos, no podían concebirlos. Darían hasta risa los testimonios acerca de lo que hizo (supuestamente) el doctor Vela obligando a su clienta a que fingiese, por medio de cojines, un embarazo, si no fuese porque se trata de un drama. El drama que llevó a la tragedia a las madres biológicas a las que se engañó diciéndoles que su hijo había nacido muerto, pero también el drama para cualquier pareja que se vea enfrentada a la esterilidad hoy. Con el añadido bien novedoso de las parejas homosexuales que usan los embarazos subrogados. Y con la adopción como la salida más racional aunque, ¡ay!, choque con el ego de quien quiere un hijo que sea, al menos en parte, suyo.

Todas esas situaciones, que se complican cada vez más, cuentan con multitud de aristas que a veces cuesta trabajo ver. Hay que haberse metido en los trámites para conseguir un hijo adoptado, y probar en propia carne los obstáculos burocráticos por los que hay que pasar „a menudo más dependientes de la política y de la ideología que en época de Franco„, para poder saber lo que es eso. Hay que ponerse en el papel de una mujer que alquila su vientre para sentir sus mismas angustias y entender las razones que la llevan a hacer lo que hace. En suma, conviene tener menos humos a la hora de mirar hacia atrás. Porque no somos ni por asomo más justos y prudentes que nuestros antepasados, pese a que veamos en ellos a unos pobres salvajes.

Compartir el artículo

stats