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Opinión

La tristeza del fraude fiscal

La campaña de declaración de la renta nos trae cada año un recordatorio de los múltiples castigos que nos pueden caer si no cumplimos con nuestras obligaciones fiscales.

Un año fue la fallecida Lola Flores la protagonista. Otro, los deportistas que alardeaban de su españolidad pero que se llevaban sus ganancias a Andorra. El pasado, los privilegiados del mundo del fútbol como Cristiano Ronaldo, Xabi Alonso o Mourinho, que ocultaban sus ingresos atípicos a través de sociedades pantalla. La cuestión es meter el miedo en el cuerpo al contribuyente. Ahora le ha tocado al alquiler turístico que se ha convertido en la tabla de salvación de más de un contribuyente que ha visto cómo se podían conseguir unos ingresos extra de forma fácil y rápida. Dieciséis millones aflorados en dos años nos muestran claramente que hay una gran bolsa de fraude.

Lo realmente triste de todo esto es que la ocultación al fisco se ha convertido en este país en una cultura que está enraizada en nuestro comportamiento. El ¿con IVA o sin IVA? sigue siendo una pregunta habitual cuando se facturan muchos pequeños trabajos caseros. Para los grandes contribuyentes existen las sociedades en paraísos fiscales, las sicav y otras artimañas fabricadas por caros despachos que llegan a contar incluso en sus filas con especialistas que han estado trabajando para el otro lado, es decir en el propio ministerio de Hacienda.

Es triste porque si la recaudación fiscal en este país respondiera a la actividad económica real que se genera a buen seguro que los servicios que se podrían ofrecer en materia de sanidad, educación, dependencia, pensiones u otros muchos mejorarían la calidad de vida de todos los españoles.

No queda más que esperar con optimismo a que con las nuevas generaciones las cosas vayan cambiando poco a poco y que esa benevolencia con el fraude fiscal desaparezca, que esté mal vista socialmente, no solo en los anuncios de las campañas de Hacienda sino también en la realidad.

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