Estados Unidos ha declarado la emergencia sanitaria por el consumo masivo de opiáceos, una epidemia que se está cobrando la vida de casi doscientas personas cada día. Las sobredosis por consumo de oxicodona, codeína, morfina o fentanilo están a la orden del día, especialmente entre las capas más deprimidas de la población.

Médicos y especialistas de Mallorca ven improbable que pueda haber un efecto contagio, pero perciben algunos problemas. Advierten de que tanto las benzodiacepinas (ansiolíticos) como los opiáceos generan una fuerte dependencia en una parte significativa de los pacientes. Y que en ocasiones se recetan con demasiada ligereza.

"Se recomienda tomar ansiolíticos menos de cuatro semanas. Sino, el cuerpo hace unas adaptaciones fisiológicas y al dejar de tomarlos pueden aparecer síntomas de abstinencia. No es tan intenso como un mono, pero sí provoca que tengas deseos de volver a tomártelas y entonces el consumo se prolonga", explica Caterina Vicens, doctora del centro de Salud de Son Serra-La Vileta y coordinadora de un estudio sobre la dependencia a las benzodiacepinas.

"El paciente no es tan culpable de que surja esa dependencia. Nosotros prescribimos una medicación y la mayoría de las veces lo hacemos de la manera más adecuada. Sí es posible que nos falte limitar la duración del tratamiento, los mismos pacientes nos dicen que no se quieren quedar enganchados", asume Vicens.

"A veces basta hablar"

El estudio que coordinó incluyó a 532 pacientes de Balears, Cataluña y Comunidad Valenciana que llevaban años consumiendo ansiolíticos. "El 45% consiguió dejar estos fármacos pocos meses después rebajando las dosis", indica Vicens, que determinó un perfil claro de pacientes dependientes: "El 75% son mujeres y la edad media se sitúa entre los cincuenta y los sesenta años, pero también hay más mayores".

El consumo de ansiolíticos en Balears lleva algún tiempo descendiendo. Pese a todo, Vicens admite que su gremio debería recetar menos y valorar alternativas como el yoga o el ejercicio para pacientes con una ansiedad moderada. "Muchas veces la medicalización es por falta de tiempo. A veces lo único que necesita el paciente es hablar, pero no tenemos tiempo. Si tengo media hora será mejor que si tengo cinco minutos, pero casi nunca es así. Lo normal son diez minutos por consulta y gracias. Y esa saturación es la que muchas veces favorece la medicalización", subraya Vicens.

Los opiáceos tienen un mayor poder adictivo, pero su circulación también está más limitada. "Los usamos como última opción. Cualquier opioide mayor es el último recurso, los dispensamos cuando han fracasado los tratamientos analgésicos previos. Si el paciente no responde a un paracetamol o a una infiltración, es cuando pensamos en un derivado de la morfina. La industria farmacéutica evoluciona y comercializa fármacos con menor riesgo adictivo", explica Hermann Ribera, jefe de sección de la unidad del dolor de Son Espases.

Este especialista no tiene dudas en administrar opiáceos "a pacientes de cáncer con dolor crónico", pero asume que su indicación en casos con "dolores benignos" es "controvertida". Ribera considera que es necesaria "más formación para el médico y más información para el paciente" en estos casos.

"Se podría hacer una consulta más profunda con el paciente y después hacerle un seguimiento", asume, pero rechaza que en España haya un problema generalizado de adicción a los opiáceos. También que una alarma sanitaria como la que vive EEUU con este tipo de fármacos pueda repetirse aquí.

No hay datos precisos sobre el número de adictos a algún tipo de fármaco en España. "La encuesta del Plan Nacional sobre drogas entre 1996 y 2015 indica que un 12% de la población ha consumido hipnosedantes, un tipo de benzodiacepinas, en algún momento de su vida", explica José María Piñero, subdirector terapéutico de Projecte Home.

Este psicólogo advierte sobre el alto poder adictivo de ciertos medicamentos. "Está recetado por un médico, no por un vecino. Un profesional que te ha diagnosticado y te ha dado una receta. Pero eso no nos tiene que hacer olvidar que un medicamento actúa como una droga; exactamente igual. Si empiezas a consumir un Trankimazin, por ejemplo, a los veinte días desarrollas tolerancia", avisa.

Piñero explica que no diferencian según el tipo de adicción. "Tratamos a la persona de manera integral. Estás utilizando estás drogas: ¿Para qué? ¿Qué problemas puedes tener para usarlas? Casi te da igual que sea heroína, cocaína, alcohol o benzodiacepinas", explica. Y lanza un consejo: "La sociedad nos dice cómo tenemos que soportar el malestar, pero no hay soluciones mágicas. Nos dicen que si tienes ansiedad con tomarte una píldora ya está solucionado. Si tienes problemas de memoria no hagas un crucigrama, tómate una pastilla. Son soluciones mágicas que funcionan a corto plazo, no a medio".