La testigo protegida del caso Cursach, que ha relacionado a Álvaro Gijón y a José María Rodríguez con el consumo de drogas y con la prostitución, no mencionó ni un solo nombre de las mujeres que trabajaron en el local de alterne que ella regentaba. Y guardó la identidad a pesar de la insistencia de los abogados (en su intento de que cayera en contradicciones) para que facilitara algún dato de las prostitutas que, según ella, habían mantenido relaciones sexuales con los dos políticos, servicios que habría financiado Cursach. No mencionó un solo dato para no comprometer a estas chicas.

Tanto el juez Penalva, como el fiscal Subirán, apoyaron esta decisión de la testigo y no la obligaron a que desvelara ningún nombre. La testigo, para justificar que no facilitara identidades, insistió muchas veces en que hacía más de tres años, tras la muerte de su socia, que se había desvinculado definitivamente de esta actividad y que no tenía ninguna relación con las personas que habían estado trabajando en este piso de alterne de la calle Lluís Martí. En alguna de sus respuestas a los abogados recordó que, precisamente, la discreción era uno de los principios básicos de este negocio. E insistió en que, muchas veces, el nombre con el que se presentaban las chicas no era el real, ya que solían utilizar uno falso, precisamente, para evitar que las pudieran identificar. La testigo sostuvo que lo que sí se exigía era que presentaran un certificado médico, en el que se indicaba que no sufrían ningún tipo de enfermedad de transmisión sexual.

Los interrogatorios más intensos fueron, precisamente, los que ejercieron los abogados de Álvaro Gijón y de José María Rodríguez. Sobre el actual diputado y concejal del PP, la testigo insistió, tal como contó después en la larga entrevista que concedió a este periódico, que pasó más de una noche en el piso de alterne, manteniendo relaciones sexuales con las prostitutas. "Llegaba por la tarde y se iba a la mañana siguiente", señaló la mujer, que detalló además que Gijón siempre fue muy amable con las prostitutas. La única exigencia que imponía, siempre según su versión de los hechos, es que las chicas consumieran cocaína, una imposición que las mujeres aceptaban.

La testigo tampoco facilitó en ningún momento dato alguno de otros clientes que acudían a este prostíbulo. Aclaró, a preguntas de uno de los abogados, que ella no se encargó nunca de abrir la puerta para recibir a los clientes del club de alterne. Quien tenía más contacto con los clientes era su entonces socia, que se encargaba de presentarles a las chicas para que eligieran una con la que deseaban mantener relaciones. Ella solía estar la mayor parte del tiempo, según detalló, en la zona donde se ubicaba la cocina, atendiendo y conversando con las chicas. Su otra tarea, detalló, era trasladar a las mujeres a los lugares donde se las contrataba, señalando que había llevado a chicas tanto a la finca de Cursach, como a la de Miguel Pascual, de Pabisa.

A preguntas del fiscal, la testigo tampoco quiso detallar la identidad de la persona que le comunicó que José María Rodríguez formaría parte de la clientela. No quiso dar su nombre, precisamente, para no comprometerle, pero dejó muy claro que se trata de una de las personas de confianza de Cursach. El fiscal le respaldó en que no diera ninguna identidad, precisamente para evitar que pudiera sufrir una represalia, como la que había sufrido ella. La mujer detalló que esta persona conoció el negocio a través de los anuncios que publicaban en la prensa. Acudió al piso y les dijo que iría el expresidente del PP de Palma, señalando que los servicios sexuales los abonaría Cursach.

El único nombre de una chica de compañía que facilitó la declarante fue el de Karina. Se refería a la mujer a quien, según afirmó, el exjefe de la Policía Local de Palma, Antoni Vera, le montó un piso y además la apartó de la profesión de la prostitución.

Trato cordial

Sobre Cursach, la mujer explicó que hacia muchos años que le conocía porque fue la pareja sentimental del entonces director de una de sus discotecas. Dijo que el trato con el empresario siempre fue cordial y confirmó que él en persona le pagaba los servicios sexuales que mantenían los dos políticos en el local de alterne que gestionaba.

Sobre la financiación de la cocaína, la mujer explicó que Gijón les facilitaba una libreta con los nombres de los empleados de banca, que le entregaban el dinero para pagar la droga.