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La fiesta en paz

El PP balear está en la ruina

Ninguna empresa ni sociedad puede soportar un 86% de clientes morosos. El próximo presidente popular deberá ponerse a pedir en una esquina

Biel Company con parte de su equipo. manu mielniezuk

¿Contrataría para su empresa a un ejecutivo que en su anterior trabajo ha consentido un 86% de morosidad entre su clientela? El PP balear pretende volver a gobernar el archipiélago pese a que es incapaz de administrarse a sí mismo.

El proceso de recogida de avales de los dos candidatos a presidirlo ha demostrado que lo del partido más sólido de las islas es un bluf. Poco más de uno de cada diez militantes abona la cuota. Es como si un charcutero se jactase de vender más que una gran superficie y para lograrlo regalase chorizos, mortadelas y sobrasadas.

El PP es el charcutero. Presume de 22.000 afiliados a los que ofrece decidir hacia dónde va el partido. Si gana, reparte alcaldías, direcciones generales, asesorías... Algunos se quedan, además, con el chorizo. Sin embargo, solo 3.000 compradores de ilusiones o sueldos y prebendas pasan por caja a cambio de un producto tan cotizado.

Las puñaladas traperas entre José Ramón Bauzá y Biel Company han puesto sobre la mesa la realidad del PP: muchos son los que aspiran a sacar tajada, pero muy pocos los que están dispuestos a arriesgar unos pocos cuartos en el proyecto.

El expresident entregó 1.045 avales de los que solo 197 eran correctos. El exconseller de Agricultura reunió 1.850, de ellos, 588 no cumplían sus obligaciones de buen socio. Bauzá ha demostrado un olfato especial a la hora de detectar morosos, pero su rival, adversario y enemigo a muerte Company también los ha encontrado en abundancia.

En su página web el partido presume de ser, con 707.000 afiliados "la organización política con mayor base social de España y una de las primeras de Europa". ¿Cuántos de ellos pagan?, ¿por qué no se expulsa a los morosos? El artículo 7 de los estatutos fija entre las obligaciones del militante la de "abonar con la periodicidad señalada las cuotas correspondientes". Y el punto ´d´ del artículo 9 establece que la militancia se perderá "por la falta de pago de la cuota".

En el PP balear hay un caos económico, un desastre administrativo o ambas cosas a la vez. En cualquier caso, ninguna de las dos alternativas invita a confiar en sus cualidades para ponerse al timón del Consolat de la Mar. Salvo que exista una contabilidad B, lo primero que deberá hacer el nuevo presidente popular será ponerse en una esquina a pedir limosna. Quizás pase por ahí un gran empresario dispuesto a depositar su óbolo.

La cuota de un militante popular es de 36 euros anuales. Si todos cumpliesen con sus obligaciones como miembros del clan, el tesorero tendría en caja casi 800.000 euros cada año. A esta cantidad habría que sumar las otras fuentes de ingresos aceptadas por los estatutos del partido: "Las contribuciones económicas de los cargos públicos...; las subvenciones oficiales que el Estado aporte al partido...; los rendimientos de su propio patrimonio, el producto generado por las actividades que se organicen y las donaciones, herencias o legados que reciba".

El Partido Popular de Balears siempre ha demostrado un poderío extraordinario a la hora de afrontar las campañas electorales y tiene una sede en la calle Palau Reial que, salvo los dorados, casi nada tiene que envidiar a la Trump Tower.

La pregunta es obvia: ¿si los militantes no pagan, de dónde sale el dinero? Las respuestas las proporcionan los jueces: utiliza dinero público para pagar gastos electorales (Josep Juan Cardona, condenado y encarcelado). Recibe dinero de empresarios que se adjudican el Túnel de Sóller (sentencia firme). Maneja dinero negro (Fernando Areal, condena firme). Celebra fiestas electorales -como UM- a costa de Tolo Cursach (auto del juez Penalva).

La lista podría continuar. No hace falta. La conclusión es evidente. El PP que quieren gobernar Company y Bauzá como paso previo al asalto al Consolat de la Mar es un gigante con pies de barro que se ha corrompido individual y colectivamente para exhibir una fuerza de la que carece.

Esta es la realidad del PP y de otros partidos. Pero son los populares quienes hoy exhiben sus vergüenzas, en un ejercicio de transparencia y despellejamiento que, por desgracia, nace del rencor y no de la honestidad.

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