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Control de incendios

Gestión forestal, menos vigilantes para "un polvorín"

El verano más seco de los últimos años ha elevado el riesgo de incendio en Mallorca

Froilán Carrizo lleva 16 años trabajando en la detección de incendios y 9 en la torre de Son Seguí. Conoce el terreno mejor que nadie guillem bosch

"Mallorca es ahora mismo un polvorín". La sequía que este año vive la isla y las altas temperaturas que se están prolongando elevan el riesgo de incendio forestal. Lo dice el jefe del Servicio de Vigilancia forestal del Institut Balear de Natura (Ibanat),riesgo de incendio forestal. Con el recuerdo del incendio de Andratx, que arrasó más de 2.000 hectáreas de la Serra en 2013, todavía en la retina de los mallorquines, el jefe de Vigilancia resume la situación de los recursos de detección de incendios: "Desde el incendio de Andratx hasta hoy no se ha mejorado. Al contrario". Habla de los hombres que por tierra y, sobre todo, a varios metros sobre ella, no pierden de vista ningún rincón de la isla para dar aviso en menos de un minuto si aparece un fuego en el horizonte.

Para el servicio de vigilancia, el Ibanat dispone de un helicóptero, dos unidades terrestres y doce torres de vigilancia repartidas estratégicamente por la isla para darle la máxima cobertura. Actualmente, Mallorca cuenta, pues, con 12 torres de vigilancia desde donde el ojo humano es el que otea el horizonte en la búsqueda de columnas de humo que le indiquen que puede estar gestándose un incendio. Ubicadas en puntos estratégicos tratan de cubrir la totalidad de la isla. Cada una de ellas alcanza una visión de entorno a 15 kilómetros a la redonda y cerca de 70.000 hectáreas. Están en el Puig de Garrafa (Andratx), Puig de s'Hostalet (Calvià), Puig de Galatzó (Puigpunyent), Puig de Son Seguí (Santa Eugènia), Puig de Santa Magdalena (Inca), Puig de Randa (Llucmajor), Puig de Sant Salvador (Felanitx), Puig de Maria (Pollença), La Victòria (Alcúdia), Puig de Son Jordi (Son Servera), Es Recó (Artà) y la última, en Fornalutx, en la que recae toda la vigilancia de la fachada marítima de la Serra. Algunas son más altas para compensar el terreno mientras que otras ni se levantan del suelo al estar en una superfície elevada. La más alta es la de Son Seguí, con 16 metros de base y 2'5 de cabina.

Precisamente en esta es en la que trabaja desde hace nueve años Froilán Carrizo, vigilante del Ibanat desde hace 16 años. Cada mañana llega puntual para dar el primer aviso de la mañana: que todo está en orden. Dispone de pocas herramientas de trabajo: un mapa, una brújula, unos prismáticos, una emisora de radio para comunicarse con la central y, la más importante, su experiencia. "Sólo con ver una columna de humo ya sabes si lo que se están quemando son rastrojos o si se quema vegetación. También identificas el topónimo directamente", asegura el vigilante. Por el color, la densidad y la inclinación de una columna de humo distinguen si se trata de rastrojos húmedos, de goma o si, efectivamente, hay riesgo de incendio. Deben marcar rumbo, distancia y topónimo y facilitar los datos a la central en apenas treinta segundos. Algunos días no ven ni un atisbo de humo, pero ahí están, siempre vigilantes del territorio.

Menos efectivos

Una de las dificultades a las que se enfrentan es la soledad. Solo y a 18 metros de altura está cada día y durante 10 horas Carrizo. "La mayoría de días no ves a nadie. Tienes que ser una persona equilibrada y no puedes comerte el coco", valora. Para superar las horas dispone únicamente de un transistor y de una bicicleta estática para mover las piernas en la reducida cabina de la torre. Según el jefe de Vigilancia, Pep Solivellas, ha habido "más de un caso de vigilantes con ataques de ansiedad".

En los últimos seis años se han reducido las torres con vigilancia. Han pasado de 18 a 12. Las dos últimas que perdieron sus vigilantes fueron las de Alfàbia y Tudossa, según recuerda el jefe del Servicio de Vigilancia del Ibanat. Las dos, después del incendio de Andratx, el más grave de la historia del archipiélago, en 2014 y 2015. Con el cambio de Govern, y a pesar de que los partidos actualmente en el Ejecutivo cuestionaron en 2013 desde la oposición la reducción de torres para la detección de incendios como el de la Serra, no se han recuperado. Més, que hoy gestiona la Conselleria de Medio Ambiente de la que depende la política forestal, se preguntaba durante el incendio de Andratx "qué habría pasado si la torre de Son Vida hubiera estado operativa". Hoy la torre de Son Vida sigue cerrada, y, según Solivellas, "es un error". "Hay torres que eran prescindibles, como es el caso de la de Mondragó, que no tenía ninguna visibilidad al estar en una esplanada de pinar, pero otras, como es el caso de Son Vida, hay que recuperarlas".

No obstante, lo que más le preocupa es la pérdida de efectivos humanos. La plantilla de vigilantes en torre ha pasado de 38 a 20. "Lo ideal sería tener dos vigilantes por torre, y no los tenemos", lamenta. De hecho, según asegura, "los turnos se estiran tanto que ya no hay ni para sustituciones. Si un vigilante se pone enfermo, no hay para sustituirle". "Algún fin de semana ha llegado a quedar alguna torre vacía", detalla. Además, la rotación exige a mover a los vigilantes de torre, y, según explica, no es bueno. "Froilán, por ejemplo, conoce muy bien la torre de Son Seguí y todo su territorio. Si traes aquí a otra persona, no lo conoce tan bien. La información que te puede dar quien le sustituye no es de tanta calidad", relata Solivellas.

Además, los vehículos de vigilancia terrestre que complementan a las torres han pasado en los últimos años de 5 a 2. Se han suprimido los dos Vehículos de Vigilancia y Primera Intervención (VVPI) que operaban en el sur y uno de los tres de la Serra. Los dos que operan ahora en la Tramuntana son imprescindibles, ya que el área con menor vigilancia, sobre la que sólo la torre de Fornalutx tiene visibilidad, es la cara norte de la Serra, la que da a la costa.

En los casos de las torres de Alfàbia y Tudossa, las dos últimas en perder a sus vigilantes, se han instalado para sustituirles cámaras de videovigilancia. En Santa Magdalena y en Sant Salvador, las cámaras conviven con los vigilantes, y en Son Rossinyol en Palma, en na Burguesa y en Son Corb en Son Servera las cámaras han supuesto nuevos puestos de vigilancia. Son el temor de los vigilantes. También las llamadas de particulares al 112. No obstante, ellos se sienten imprescindibles: "Nosotros aportamos la experiencia. Una cámara no te sabe distinguir un humo ni te puede dar la información que te dan los vigilantes", reflexiona Carrizo. En el caso del 112, Solivellas recuerda que sigue habiendo un 18 por ciento de fuegos que detectan los vigilantes y que para la información precisa ante un aviso de un particular se acaba recurriendo también a ellos.

El futuro de los vigilantes es incierto, pero cuando "Mallorca es un polvorín", como define el riesgo de incendio Solivellas, su atención desde las torres es la principal medida para evitar que se repita un episodio como el ocurrido en Andratx, aunque ahora son menos.

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