Norberto Alcover apunta que una vez se disponga del texto sinodal, en 2016, que fijará la nueva postura de la Iglesia católica con los divorciados o los gays, "el peso de la responsabilidad en su aplicación se descargará sobre los obispos". Y no vacila a la hora de responder si el prelado de Mallorca, Javier Salinas (en la imagen), está en sintonía con la línea más aperturista que representa el Papa Francisco. "Sí, sin lugar a dudas", responde tajante. De hecho, Salinas acaba de convocar por carta a todo el clero diocesano a unas sesiones de formación en febrero de 2015 sobre "los nuevos desafíos" que el sínodo ha planteado "en las múltiples cuestiones planteadas sobre el matrimonio y la familia". "Después de su pastoral [´Caminam per una Església en sortida´], la postura de nuestro obispo es muy clara", añade Norberto Alcover. "Pero para mover una diócesis, no basta el obispo", advierte a continuación. El jesuita no quiere pronunciarse por cautela sobre la manera de ser de la diócesis, pero "tengo claro que aquí como en Nueva York no basta que un obispo sea de una determinada manera; tiene que sentirse muy respaldado por el laicado", concluye.

Volviendo al sínodo, "para que sea útil se tiene que llegar a un diálogo, a un consenso para el texto final, y así evitar posibles problemas en su aplicación", reflexiona Alcover. Afirma que "sería tremendo que el sínodo no diera resultados congruentes, me parecería una temeridad", de ahí que imagina que "lo que busca el Papa con esta especie de ´miniconcilio´ es tener el apoyo de la Iglesia a la hora de decidir sobre cuestiones delicadas".