La mitad de la actividad, parada o directamente desmantelada. 15.000 empleos al garete. 3.200 millones de euros al limbo de los negocios perdidos. Decenas de empresas quebradas. Otras tantas en concurso de acreedores. La demanda de productos de la industria mallorquina, reducida al 50% en apenas cinco años. La producción, simplemente, en caída libre. Por un pozo al que no se le ve fondo, y ya va una década de desplome para un sector que parece desfondado. La industria de Mallorca se muere. La isla vive una contrarevolución industrial. Lo dicen los datos, lo confirman los ingenieros especializados y lo lamentan los propios industriales, que han visto cómo sus negocios se resquebrajaban o se transformaban a la fuerza en algo muy distinto a lo que originalmente eran.

Tal es la debacle que la isla ya casi no produce ni para sí misma. En solo diez años, Mallorca ha pasado de fabricar buena parte de sus bienes de consumo a limitarse a importarlos desde la península: la fabricación de bienes de consumo se ha encogido un 61% entre el verano de 2007 y el de 2014, según el índice de producción industrial del Instituto Nacional de Estadística. De la industria como modelo a la logística de importación a la isla como dependencia. Del empleo que generan la producción y el consumo mallorquín a puestos de trabajo ligados al transporte desde otros sitios. Y la logística, al final, "deja el dinero fuera, se queda en los puertos de Valencia y Barcelona", avisa Alfredo Arias decano de los ingenieros industriales de las islas. "Si miras los hechos objetivos y los datos, es tremendo lo que está ocurriendo en el sector", resume a su vez el presidente de Industriales de Mallorca, Antoni Mas, que no acierta a dar con una sola razón que explique por sí sola cómo es posible que Balears sea la segunda comunidad menos industrial de España y la única que no deja de destruir el sector año tras año desde hace ya una década.

La crisis ha acelerado el proceso, sí, pero la caída viene de lejos, recuerda Mas, que apunta a un coctel de factores detonantes, como la especulación con suelo industrial, el sobrecoste de la insularidad, la falta de políticas públicas de estímulo, la competencia extrema de Asia o la propia renuncia de un empresariado local que ve más fácil hacer dinero con el monocultivo de sol y playa. Un detalle numérico, aportado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), describe el grado de estropicio de tanta bomba caída sobre la industria. El índice con el que se mide la producción ha pasado en Balears de 175 a 93 en verano, un 46% de desplome entre el año 2005 y el 2014. Igual de feo pinta el invierno: se pasa de un índice máximo histórico de 148 en 2008 a un mínimo histórico de 77 en enero de este mismo año, un 46% de destrucción de actividad que explica cómo se han volatilizado más de 15.000 empleos en un decenio: de los casi 35.000 de 2005 a los 20.400 del cierre de 2012 a los 18.000 de la actualidad. "Cada vez somos más una comunidad de servicios. En industria apenas quedan pequeños sectores, los que se alimentan de algún modo del negocio turístico. Incluso los tradicionales se pierden. Hace unos años la piel y el calzado eran muy potentes dentro de la Cámara [de Comercio e Industria] pero ahora quedan tres empresas grandes y poco más", reflexiona José Luis Roses, presidente de la Cámara.

Empresas castigadas

Los datos respaldan el análisis de Roses. Se mire por donde se mire, no hay en el sector un solo número positivo. Las entradas de pedidos a la industria se han reducido un 33% en verano y un 23% en invierno en los últimos tres años. La cifra de negocios se ha desplomado un 21% solo en los últimos dos años (los únicos con datos disponibles, dentro de un nuevo índice del INE). Y antes de eso, entre 2008 y 2012 la facturación del sector pasó de 5.294 millones de euros anuales a solo 3.726 millones, un 30% menos en esos cuatro años, y 2.300 millones desaparecidos entre 2008 y 2014. Si se mira más atrás, la cifra perdida se dispara por encima de los 3.300 millones anuales emigrados de Mallorca, que ahora paga fuera por lo que antes compraba en casa.

Con ello sufren grandes y pequeños. La empresa de ingeniería más innovadora de España, la mallorquina Sampol acaba de iniciar los trámites para un Expediente de Regulación de Empleo que costará otros 62 puestos de trabajo. Antes de eso, gigantes como Coca Cola decidieron dejar de producir en la isla para mandar la mercancía por barco, con el consiguiente ajuste de plantilla aumento del paro. Otras ya hace tiempo que se fueron, como los tejidos de Ribas y los grifos de Buades. Algunas más renquean o sobreviven únicamente a costa de haber trasladado su producción y sus empleos a Asia, como ocurre con buena parte de las marcas de un sector que a duras penas resiste, el del calzado. Y las perlas pasaron a mejor vida. Como ocurrió con la producción de maquinaria o con la industria de transformación agroalimentaria, en la que se salvan un par de empresas peleonas. "Ahora exportamos la materia prima de nuestro sector agrario, sin más. En vez de mandar patatas ralladas y envasadas a Irlanda enviamos patatas a Irlanda, para que allí las rallen y envasen, que es lo que da más margen de beneficio", sintetiza Alfredo Arias, decano de los ingenieros industriales, que habla de "escenario de encefalograma plano" cuando se le pregunta por la política industrial de los sucesivos gobiernos de las islas. "Ahora mismo no se envasa nada en Mallorca, con lo que mandamos la materia prima fuera para que la procesen y envasen y ganen dinero con ello vendiéndonosla tras volver a traerla, con lo que eso supone en términos de competitividad para sectores como el propio turismo y para el bolsillo de los consumidores: pagamos dos veces el arancel que supone sacar mercancía de la isla y volver a traerla procesada", analiza crítico Arias, convencido de que aún se puede salvar el sector.

¿Hace algo el Govern?

¿Cómo reaccionar? Arias y, en general, el sector piden al poder político que de una vez se lo tome en serio, que genere una legislación clara que permita a inversores instalarse de forma ágil en la isla, que se imite el modelo europeo (apoyado por fondos públicos para sectores estratégicos), que se pelee de verdad para conseguir compensaciones al sobrecoste insular que lastra a la comunidad más generosa cuando toca financiar al resto de autonomías. ¿Hace algo eso el Govern? Pues en las últimas legislaturas todo se limitó a anuncios de planes de estímulo que se olvidaron tras su presentación con pompa y fotógrafos. Y con Bauzá todo va por los mismos derroteros. La Conselleria de Economía lanzó un "decreto de medidas urgentes para la reactivación industrial", mientras cocina un "decreto de artesanía". Invitados a principios de semana a explicar en qué se concretan tales anuncios, en el departamento que lidera el conseller Joaquín García aún no han respondido. La industria se muere, sin que a la Conselleria de Industria parezca importarle gran cosa.