Aurelio Vázquez, presidente de la Federación Hotelera de Mallorca, se considera la única autoridad competente o la irresponsabilidad se ha instalado en la patronal más poderosa de Mallorca. Solo a un prepotente o a alguien incapaz de calibrar las consecuencias de sus actos se le ocurre reclamar la potestad de aplicar rebajas salariales de 20% o que se facilite aún más el despido en las actuales circunstancias. Solo a alguien que se cree por encima del bien y del mal o antepone la pasión a la razón se le ocurre echar leña al fuego en el momento en que se ha enquistado la negociación del convenio de hostelería y una amenaza de huelga se cierne sobre la, dicen, mejor temporada turística.

Vázquez ya demostró su escasa manga ancha cuando capitalizó la búsqueda de un sustituto para Josep Oliver como presidente de la CAEB. Lo que se visualizó durante el proceso es que Vázquez decidía quién sería la presidenta, Vázquez elegía la ejecutiva, Vázquez seleccionaba al vocal de eventos y Vázquez, por supuesto, escogía el vestido para el personal de la patronal. Quizás los que estaban en el meollo consideren una exageración las líneas anteriores, sin embargo, el mensaje fue que Vázquez eligió a Carmen Planas como presidenta de la patronal.

Vázquez ya anunció al llegar a la presidencia de la Federación Hotelera que deseaban influir en campos alejados de lo que es su negocio. Por eso ya se han pronunciado sobre el conflicto educativo y cualquier día emitirán un comunicado explicando a los filólogos lo que se debe hacer con respecto a las polémicas lingüísticas resucitadas por Bauzá. Lo sorprendente es que aún no hayan sugerido cuál debe ser la alineación del Real Mallorca para evitar el segundo descenso consecutivo. Incluso deberían explicar el tratamiento necesario para que Rafel Nadal mejore su rendimiento este año. Ambos asuntos afectan a la promoción de Mallorca y, por tanto, a sus negocios.

Los hoteleros han logrado concesiones extraordinarias del Govern de José Ramón Bauzá. Pero Vázquez piensa a lo grande y no se siente colmado. Rajoy no se ha mostrado tan generoso. De hecho, lo primero que hizo después de ganar las elecciones fue romper su promesa electoral de rebajar el IVA turístico. Vázquez ha lanzado ahora un órdago a la grande. Un documento con 50 medidas en las que reclama un despido más barato, la contratación temporal discrecional o la potestad para rebajar los salarios un 20% con independencia de lo que diga su convenio. También pretende que los hoteleros queden exentos de buena parte de los impuestos que pagan el resto de españoles.

Vázquez ha esgrimido su propuesta en Madrid y en solitario. Sin consensuarla con los hoteleros del resto de España ni con los empresarios mallorquines de otros sectores. Propone dinamitar el sistema que aún garantiza ventajas sociales para los trabajadores y pretende hacerlo sin contar con respaldos explícitos. Su exposición pública supera la de cualquier otro presidente que haya tenido la patronal hotelera.

Vázquez tiene derecho a lanzar propuestas imposibles e insolidarias. El mismo que tiene Podemos, la fuerza política que ha sorprendido a diestra y siniestra, a demandar la jubilación a los 60 años, un salario mínimo que triplique el actual o una remuneración máxima para grandes empresarios. Lo que sorprende es la escasa inteligencia de quien ha escogido este momento para lanzar una propuesta incendiaria. En unos meses decisivos para la negociación del convenio de hostelería y cuando acaba de publicarse un estudio según el que el 93% de la mejora de los beneficios turísticos va a los empresarios y solo el siete a los trabajadores. En esta situación, Vázquez arma a los sindicatos al proponer que el convenio que se está negociando sea papel mojado inmediatamente después de la firma. Si las centrales se conforman con diez, pero Vázquez descubre sus cartas diciéndoles que les quitará cinco, la respuesta será exigir quince.

Vázquez se queja en privado de que no se les quiere cuanto merecen. Lo peor es que no sepan el porqué.