­El expárroco de la iglesia palmesana de Sant Sebastià, Alfred Miralles, defiende que todas las acusaciones que han vertido contra él -tanto en la jurisdicción penal como en la eclesiástica- son una vendetta, fruto de la enemistad que mantiene con el sacerdote Joan Darder desde 1992. Aquel fue el año en que Miralles sucedió a Darder en el templo. "La denuncia es falsa y es una venganza", manifiesta el religioso, que está jubilado desde el pasado 12 de octubre, cuando pronunció su última homilía durante la misa baturra en honor a la Virgen del Pilar.

Según Miralles, el motivo de la denuncia es una disputa con el exmarido de la sacristana del templo, una ciudadana nacida en Bolivia que residía junto al que entonces era su esposo en las dependencias del templo. "Vivía gratis con su mujer en la iglesia con luz, agua y gas gratis, y alimentos facilitados por Càritas cada semana", agrega el religioso.

"El boliviano se piensa que yo le puse facilidades a su exmujer para que se divorciase. Su venganza ha sido denunciar que tengo relaciones sexuales con jovencitos y echar otras pestes contra mí", asevera el exrector de Sant Sebastià. "Este hombre agredió a uno de los sacerdotes que venía a decir misa algunos días a la semana y tiene prohibido acercarse a 300 metros de la parroquia", añadió.

Según Miralles, el canónigo Joan Darder habría animado al exmarido de la sacristana a presentar la denuncia ante la jurisdicción eclesiástica al ver que tenía una oportunidad para vengarse por el odio nacido en 1992.