­Tres candidatos optan a suceder a Juan Carlos de Borbón en su trono náutico. Después de trece años al servicio de la Corona, el Fortuna vuelve a ser un yate privado en manos de los empresarios turísticos que lo obsequiaron al Rey, intermediarios ahora de la venta de la embarcación con base en Palma. Las primeras ofertas a la Fundación Fundatur, que engloba a los cuarenta donantes, proceden de Arabia Saudí, Mónaco y Chile.

Los empresarios turísticos que en 2000 regalaron un yate al Rey, en una operación promocional no exenta de polémica, han recibido con sorpresa el interés inmediato de compradores que consideran de solvencia acreditada. El historial del Fortuna obliga a examinar con lupa las candidaturas, para evitar deslices que comprometan a su anterior propietario.

En mayo se cumplirá un año desde que el Rey anunció repentinamente su misteriosa renuncia al Fortuna. Un magnate saudí se consolida ahora como el candidato más destacado a hacerse con el Fórmula 1 de los mares, según fue definido en el momento de su construcción. Se cerraría así el ciclo, puesto que el anterior yate de Juan Carlos de Borbón fue un regalo efectuado en 1979 por el rey Fahd. El monarca español mantiene intensas relaciones con el citado país, y felicitó mediante carta al príncipe Alwaleed tras el archivo de una querella tramitada en Balears contra el jeque con intereses en la región.

El magnate árabe que aspira al Fortuna ha impuesto la confidencialidad absoluta sobre las gestiones, hasta el punto de anunciar la retirada inmediata de su oferta en caso de que se desvele su identidad. La adquisición en petrodólares mantendría probablemente la adscripción mediterránea del yate. Los jeques de Oriente Medio han ritualizado la navegación estival en el circuito entre la Costa Azul, Cerdeña y Balears, donde son frecuentes las visitas de los yates regios de Qatar, Omán o Bahrein.

La oferta más exótica por el Fortuna proviene de un multimillonario chileno. Esta candidatura refleja de un lado la consistencia de la euforia económica que vive el país sudamericano, y se cargaría de metáforas por tratarse del yate del Jefe de Estado de la antigua metrópoli. Se resalta así el factor emocional que acompaña a la compraventa. Los aspirantes se guían por las prestaciones todavía punteras del barco construido en astilleros gaditanos, pero la seducción se completa por el pedigrí como yate real, de especial significación en Latinoamérica. El Fortuna ha encarnado la imagen regia con mayor potencia que Marivent o que la propia Zarzuela.

Los posibles compradores son sensibles al hecho de que no aspiran al Fortuna, sino al yate del Rey de España. La tercera candidatura consolidada procede de Mónaco, aunque no viene avalada por un nativo del diminuto principado, sino por uno de los magnates que los monegascos nacionalizan a cambio de una notable disponibilidad económica. Aunque las transacciones de gran volumen se realizan en el mundo de la náutica por sociedades interpuestas, la peculiar sensibilidad del caso aconseja la identificación del destinatario último.

Los empresarios vendedores conforman el Gotha del turismo, con apellidos como Escarrer, Barceló, Fluxá, Matutes, Riu o Hidalgo. Sus exigencias monetarias se centran en el objetivo de recuperar diez millones de euros con la venta de su anterior regalo. Esta cifra alcanza apenas a la mitad del dinero invertido en la compra del Fortuna. Los gigantes del sector efectuaron aportaciones individuales de 600 mil euros, si bien las desgravaciones reducían esa cifra a la mitad. Cabe hablar de un regalo semipúblico, puesto que fue necesaria una abultada inyección del Govern para redondear la operación.

Los especialistas en el mercado náutico desaconsejan la compra de un yate cuyo precio y mantenimiento superen un diez por ciento del patrimonio del comprador. Dado que llenar los depósitos del Fortuna cuesta 26 mil euros, el rango de candidatos se sitúa entre los billonarios de la escala americana, con posesiones por encima de los mil millones de dólares.

Para proceder a la venta, Fundatur -Fundació Turística i Cultural de les Illes Balears- ya ha tomado las riendas del yate, una vez soslayados los impedimentos burocráticos. La devolución a los autores del obsequio se enfrentaba a dificultades de encaje jurídico y fiscal, en cuanto se formalizó la renuncia del Rey y la desafección del Fortuna de los bienes de Patrimonio Nacional. El trasvase ha sido guiado por la intervención del bufete de Javier Cremades, donde se han trazado las coordenadas que enmarcan la retrocesión a los empresarios y que ha confeccionado un informe al respecto. El interlocutor del Gobierno para el tránsito es Jaime Pérez Renovales, subsecretario de Presidencia. Se pretende blindar la singular operación ante el escrutinio de terceros, aunque los empresarios han anunciado que la cifra obtenida por la venta del yate a alguno de los candidatos revertirá en actividades sociales a cargo de la fundación propietaria.

El cambio efectivo de titularidad no ha modificado el domicilio tradicional del Fortuna. El yate real permanece custodiado ahora mismo en la nave construida ex profeso para albergarlo, dentro del complejo de la base naval de Portopí. El anunciado traslado a un amarre de Port Adriano depende de una revisión exhaustiva de la embarcación, prácticamente inmovilizada por la crisis años antes de la renuncia regia. Los empresarios destacan que el barco no se ha hecho a la mar desde la pasada Semana Santa, lo cual obliga a extremar las precauciones en la mudanza del yate fantasma, por su invisibilidad en fechas recientes.

En un agitado trajín que ha coincidido con una profunda crisis de la institución monárquica, el Rey ha restringido el uso de su residencia inmobiliaria en Marivent a una breve estancia veraniega y se ha desprendido de su palacio mobiliario, el vanguardista Fortuna. En ninguno de los dos abandonos citados, las renuncias regias se corresponden con las causas que aparecen como inmediatas.