Esta semana Bauzá ha participado en una bronca de alto voltaje y decibelios que superan lo autorizado por las ordenanzas municipales. Mariano Rajoy se ha dado un garbeo por Valladolid para intentar taponar las vías de agua que se le están abriendo a la nave popular. Por el centro, con el rechazo a la reforma de la Ley del Aborto. Por la derecha, con la desafección de lo sectores más duros del partido. José Ramón Bauzá también se ha desplazado a la meseta para echar una mano. No para consolidar la unidad del PP, sino la de España entera a través de su política educativa de castellanización.

El problema para el president es que, mientra recoge la adhesión incondicional de sus correligionarios del otro lado del Mediterráneo, aquí se le siguen saltando las costuras del partido que preside con mano dura. Y no hablamos de la ya repetitiva desafección de un puñado de alcaldes de la part forana. Ni por supuesto de la salida de pesos pesados como Antoni Pastor o Jaume Font. Los jirones son recientes.

A mediados de esta semana se celebró una reunión en la que participaron José Ramón Bauzá, Antonio Gómez -su fiel escudero-, Mateo Isern ­-el alcalde que periódicamente amaga con no volver a serlo- y Álvaro Gijón, entre otras personas.

Sobre la mesa estaba un asunto por el que ya se dispararon dardos envenenados hace apenas dos meses: el segundo casino de Mallorca. El bando del Govern intentaba evitar que desde el Ayuntamiento se obstaculizara la apertura de la sala de juegos en el Teatro Balear. Cort había defendido siempre que la mejor opción era s´Arenal porque su objetivo era reforzar la oferta de ocio durante la temporada baja. Desde el Consolat no se sabe muy bien qué pensaban porque sus maniobras nunca fueron claras y siempre dejaron con la mosca detrás de la oreja a sus correligionarios palmesanos.

Al final desvelaremos el resultado de la reunión. Sin embargo, más que la decisión final, interesa cómo transcurrió el diálogo -es un decir-. Gómez, investido de la autoridad (?) de su cargo, intentaba que desde el Ayuntamiento pusieran alfombra roja al Teatro Balear. Para lograrlo no dudó en levantar la voz y en lanzar golpes bajos. Algo parecido a lo que hizo con Antoni Pastor hace unas semanas en el Parlament. Desde la otra trinchera se derramaron lágrimas -y no es una figura poética- por la oportunidad perdida para implantar un nuevo modelo turístico.

También volaron de una trinchera a otra las amenazas sutiles sobre cartas marcadas, aunque todo el mundo entendió el mensaje.

Si hay que atenerse al resultado, está claro que Bauzá y Gómez fracasaron estrepitosamente. Al día siguiente de la reunión, el teniente de alcalde de Urbanismo de Palma, Jesús Valls, anunció que no hay ninguna posibilidad de que el Ayuntamiento conceda la licencia de actividad al proyecto del Teatro Balear porque incumple la Ordenanza del Centro Histórico en varios puntos.

Hay otro peso pesado del PP que anda mosqueado con Bauzá. Se trata de Abel Matutes, exministro, excomisario europeo y factótum del PP ibicenco. El empresario considera que el Govern no se muestra lo suficientemente diligente con su Plan de Excelencia Turística de Platja d´en Bossa. El Grupo de Empresas Matutes prevé invertir 375 millones de euros en la remodelación de sus hoteles, la construcción de un campo de golf, un centro comercial de 41.000 metros cuadrados, un grupo residencial y zonas verde y deportivas. Abel Matutes ha declarado que confía en que no haya "inconvenientes políticos" para su proyecto. A buen entendedor...

Los pronósticos electorales solo suelen fallar un poco menos que las encuestas. Por tanto, mejor no hacerlos. Es cierto que ningún político se libra de la disidencia interna. Sin embargo, cuesta recordar a un dirigente que haya conseguido enemistarse con tanta gente propia o ajena en la medida en que lo ha logrado Bauzá. Las elecciones se ganan movilizando a los tuyos y desmotivando a los adversarios. Todos los pasos de Bauzá van en sentido contrario.