La Ley impone unos límites de gastos en las campañas a los partidos para tratar de garantizar la igualdad de oportunidades de todos los que concurren a los comicios. Se trata de que las fuerzas más poderosas no tiren la casa por la ventana y su propaganda arrolle a la publicidad de las listas minoritarias. Pura utopía.

Los grandes partidos están en campaña permanente, una tensión que crece exponencialmente a medida que se aproxima la fecha de las votaciones. Es preferible no preguntar de dónde sale tanto dinero para tanto acto, manifestación, cena multitudinaria, libro de memorias o simposio partidista.

El Partido Popular, pese a los casos Gürtel, Bárcenas y sus papeles, Palma Arena y Over, entre otros, insiste en que no manejó dinero negro.

Sus palabras se las lleva el viento cuando su extesorero ahora encarcelado proclama que, durante años, pagó sobresueldos en dinero opaco a los próceres del partido. Bárcenas también ha reconocido que cobró regalos millonarios de grandes empresarios, dinero usado para gratificar a los líderes y para campañas electorales.

Pero antes de que Luis Bárcenas decidiera colaborar, a su modo, con la Justicia, en Palma ya habíamos oído hablar de las cajas ´B´ del PP.

Las agencias de publicidad Nimbus y Over, con todas sus respectivas filiales, fueron las encargadas de las campañas electorales de los conservadores en las islas entre 2003 y 2007.

Nimbus fue más recatada y dejó en sus ficheros múltiples rastros de los servicios prestados al PP, cobrados en negro y no facturados. El propietario de Over, Daniel Mercado, ha confesado que trabajó con euros sucios para el partido a cambio de suculentos contratos cuando alcanzó el poder.

Ahora sabemos que algunos de esos pagos han prescrito. Mejor para los culpables, peor para el resto.