Estrenamos legislatura, aunque no para todos los 59 "honorables señores" diputados era su primera vez. Eso sí, todos aforados por igual, lo que visto lo visto en estos cuatro años, no es moco de pavo.

Los resultados del 22-M ya tenían siglas, así que ayer se les puso nombre, apellidos... y rostro. Los socialistas –menudas caras largas– llegaron varios minutos antes de las once, hora oficial del inicio de la sesión constitutiva del nuevo Parlamento autonómico. No hubo problemas de espacio en la bancada de la izquierda, así que cuatro de los cinco diputados de la coalición PSM-IniciativaVerds-Entesa corrieron sus sitios y se cobijaron en un extremo.

En eso que llegó el PP con sus 35 parlamentarios, lo nunca visto en la historia de Balears, y coparon el ala derecha del hemiciclo más los escaños vacantes del centro tirando a la izquierda. "Tendrán que traer sillas plegables", bromeó por lo bajini el todavía presidente del Govern, Francesc Antich, al ver el despliegue azul. Ayer notó en sus carnes la pérdida del poder: la nube de cámaras y fotógrafos agolpados en el extremo opuesto revelaba la presencia del nuevo presidente, José Ramón Bauzá. Aún no ha sido investido, pero todos los focos se centraban en él. El socialista se dirigió presto a darle la mano, dirigiéndose al rival con un sonoro "¡presidente!", al que Bauzá correspondió sonriente.

Empezó el recuento de votos para el presidente de la Cámara, y todo eran "Pere Rotger i Llabrés, Pere Rotger i Llabrés, Pere..." El conseller de Presidencia en funciones, el socialista Albert Moragues, se dirigió a los suyos con sorna: "¡Le habéis votado todos!".

El interesado frunció el ceño cuando escuchó que una de las papeletas ponía "Pere Palau". ¿Fuga de votos en el PP ya en el primer día? Hubo toda clase de justificaciones, desde que un diputado novel se había equivocado, a que los ´populares´ de Eivissa estaban enfadados con Bauzá por no haberles consultado el nombramiento del inquer. Sea como fuere, Rotger salió elegido por 34 votos, uno menos de los previstos. Parece una tontería, pero al protagonista le hubiera podido causar un buen disgusto, de no tener el PP esta mayoría absolutísima y haber votado la oposición en blanco. Por si las moscas, el ibicenco Palau –que desde ayer es el parlamentario balear más veterano y era el que contaba los votos–, dejaba claro a la salida que la papeleta de marras no era suya: "Se ve que tengo algún fan", bromeó.

En medio del sopor del acto –cincuenta y nueve personas siendo llamados a votar de uno en uno en voz alta tres veces consecutivas–, las fórmulas alternativas de los diputados nacionalistas instó al personal a aguzar el oído. Carlos Delgado –ayer situado justo en el centro exacto del hemiciclo, enfrente de Rotger– preguntó a su compañero de escaño, Álvaro Gijón, que qué acababa de decir Antoni Alorda. El también concejal electo en Cort –ayer todo el rato sonriente– le balbuceó que algo de autodeterminación, así que imaginen el gesto siguiente del calvianer.

Podían jurar sobre una Biblia más vetusta que Matusalem, o prometer sobre el Estatuto de Autonomía (del crucifijo no se libraba nadie). La izquierda prometió, mientras que en el PP hubo de todo, abundando más los juramentos, desde Bauzá a Delgado o la mayoría de menorquines. Pere Rotger o Antoni Pastor optaron por la promesa. Lo dejamos aquí, porque oficialmente, en el PP ya no hay familias ni corrientes.

Fuera del salón de plenos, un alto cargo –todavía– del Govern se quedó mosca al ver pasar por delante de sus narices un operario transportando cajas desde la vecina conselleria de Presidencia que ponían "Tribunal Superior de Justicia". Con el trajín no se percató de que los cambios no solo se han producido dentro, sino también fuera. El bar de enfrente del Parlamento es ahora un self-service y tienda variada. Para muchos asiduos de los martes, lo más destacable de todo lo acontecido ayer.