Francina Armengol ha hurgado con saña en la herida del equipo redactor del plan de reforma de la Platja de Palma: "La reconversión se tiene que hacer pensando en la identidad de Mallorca, no que parezca un complejo o un resort de cualquier sitio del mundo y creo que el proyecto daba un poco esa impresión", le dijo el pasado miércoles a Virginia Eza.

Conviene escudriñar en la historia para buscar las esencias inmutables del turismo insular, dada la escasez de ideas acertadas que, según la presidenta del Consell, ronda por las cabezas de Margarita Nájera y su equipo.

"Las aguas azules cantan su canción a la orilla del mar. Entre los pinos se oye la brisa marinera y se aspira el perfume de las flores silvestres que cubren el suelo de esta nueva Arcadia templada por el sol. El labrador y el artesano cantan quejosas cadencias moriscas de los antiguos tiempos y se escucha el claro tintineo y alegre tañido de las esquilas de ovejas. Las naves pasan junto a las rocas donde se funden la tierra y el mar y se divisan en lontananza pinos y montañas de agradable y suave color".

Así se anunciaba a finales de los años cincuenta o principios de los sesenta la urbanización de Portals Nous. Busque cinco décadas después una brizna de este mensaje bucólico y ñoño entre los edificios de la zona turística de Calvià y si lo encuentra apueste todo su capital en un casino. Es usted una persona con suerte.

Resulta complicado saber si este es exactamente el modelo identitario que defiende Armengol. En cualquier caso, la presidenta del Consell de Mallorca anda a la búsqueda de un alma turística mallorquina, olvidando que fue vendida hace décadas, si no al diablo, sí a los grandes emporios internacionales.

La cocina tradicional está prácticamente desaparecida de las cartas de los restaurantes de las zonas turísticas. Pida un tumbet y le mirarán con cara de sorpresa. Los alemanes devoran sus salchichas en s´Arenal y beben sus cervezas con más facilidad que en la calle Reeperbahn de Hamburgo o en el paseo Under den Linden de Berlín. Los británicos tienen más posibilidades de tomar su fish and chips en Magaluf que en Trafalgar Square.

Nuestra cultura apenas supone una oferta residual para el turista. La mayoría solo traspasa la frontera de Can Pastilla o de Palmanova cuando la lluvia les impide completar su circuito diario: hotel, playa, discoteca. Ni siquiera el reconocimiento del Cant de la Sibil·la como patrimonio inmaterial de la humanidad variará este rumbo. Ni conviene que lo haga. Trasladar el canto terrorífico de la profetisa a un teatro supondría una traición como la cometida en Turquía con los derviches de Konia.

La batalla que plantea Armengol se perdió hace muchos años. Como acaba de recordar José Antonio Fernández de Alarcón: "Es absolutamente necesario mantener los hoteles de tres estrellas en la Platja de Palma". Y mejorarlos, habría que añadir.

El viernes, el conseller de Economía, Carles Manera, remitió una separata de la revista Recerques en la que publica un artículo titulado El creixement de l´economia turística a les Illes Balears. Una de las conclusiones a las que llega, en su condición de catedrático de historia económica, es que "el turismo de masas tiene un largo recorrido. Las Balears ostentan, además, ventajas comparativas innegables. Hay que reforzar estas actividades, pero dotándolas de más calidad para justificar el diferencial de precios frente a nuestros competidores"

El primer intento ha fracasado. Por la próxima convocatoria electoral, según Nájera. Porque es un plan megalómano, según los vecinos. Porque no se ajusta a la realidad turística, según los hoteleros.

Sin embargo, cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que es imprescindible retomar el proyecto. Probablemente jamás podremos trasladar el alma o la identidad mallorquinas –si es que aún existen– a unos complejos que se desligaron de ellas hace cinco décadas. Pero, sin reformar la oferta actual, el futuro se presenta oscuro. Sin dinamita, aunque se use de forma moderada, solo queda la degradación. Sin un producto adaptado a los nuevos tiempos, llegará la rendición frente a unos destinos competidores más modernos y baratos.