El infierno electoral existe y está en el colegio público de Son Ferriol

Algunos puntos de votación llegaban a los 34º a las doce del mediodía, según ha comprobado este diario termómetro en mano

Elecciones Generales en Baleares | El calor está siendo el gran protagonista del 23J en Mallorca

DM

Mar Ferragut Rámiz

Mar Ferragut Rámiz

El infierno electoral existe y está en el colegio público de Son Ferriol. Los votantes de este barrio-pueblo de Palma se agolpaban hoy para votar en algunas de las once mesas habilitadas (muy próximas las unas a las otras) en el gimnasio del centro escolar, agitando sobadas papeletas en un intento desesperado por conseguir un poco de aire. A las 11:05 horas de la mañana la temperatura llegaba a los 33,5 grados, según comprobó este diario termómetro en mano, y la sensación de humedad recargaba aún más el ambiente.

El colegio electoral de Son Ferriol estaba 33,5 grados a las once de la mañana

El colegio electoral de Son Ferriol estaba 33,5 grados a las once de la mañana / MANU MIELNIEZUK

El techo metálico de la estancia, muy pequeña para la cantidad de gente que se ha llegado a juntar allí a media mañana (se ve que el concepto 'restricción de aforo' no aplica en jornada electoral), acaba de rematar la sensación de estar en un horno y no en un gimnasio escolar. "Y a las 15 horas el sol nos dará de pleno", señalaba con auténtico pavor la presidenta de una mesa, que ha tenido que pedir a su madre que le trajera un ventilador de su casa. Además de abanicos, algunos votantes llevaban mini-ventiladores de batería a tres centímetros d ela cara. Y más de un hombre lucía la camiseta como el seleccionador Antonio Camacho en el mundial de Corea.

Antes del mediodía, en este colegio electoral tres mujeres ya habían dado muestras de encontrarse mal por el calor y tuvieron que sentarse en algunas de las sillas que había en el patio para recuperarse. No requirieron atención médica, pero una sí que tuvo que llamar a un famliar para que viniera a buscarla. Tófol Ferragut, con el sombrero de paja colocado y la camisa desabrochada hasta el tercer botón, esperaba a su mujer sentado en una de estas sillas plasticosas y pegajosas: "Es un poco molesto este calor, pero hay que votar, faltaría más", explicaba.

Tófol Ferragut espera a que su mujer vote sentado a la sombra en el colegio de Son Ferriol

Tófol Ferragut espera a que su mujer vote sentado a la sombra en el colegio de Son Ferriol / MANU MIELNIEZUK

Un policía nacional indicaba que a las 10 ya se habían quedado sin agua y llevaban una hora esperando a que alguien del ayuntamiento les trajera más. En ese momento comparecía un joven que había sido designado como suplente: "No he venido antes porque me encontraba mal, pero me he tomado un paracetamol y he pensado que tenía que venir a dar la cara, aunque fuera tarde", le explicaba. Dentro, el joven Miguel Miñano depositaba su sobre en la urna por primera vez, mientras su padre lo fotografiaba: "Es terrible votar así, pero es necesario hacerlo, necesitamos un cambio, si seguimos igual mal vamos a ir".

Si hubiera justicia, las elecciones de hoy las ganaría Willie Carrier, que es el inventor del aire acondicionado, dispositivo que en esta jornada electoral atípica marca la diferencia de un colegio electoral a otro. Por ejempo, no pasan apuro los que votan en la Fundació Joan Miró o los que normalmente van al Aina Moll de Palma, habitual punto de votación que está en obras y ha sido desplazado a la sede de Hacienda donde el invento de Carrier lo ha hecho todo mucho más llevadero. En el colegioJuan de la Cierva han tenido que pedir más ventiladores y hasta las 13,30 no les han llegado. En el colegio Son Pisà también hubo indisposiciones y en el IES Medina Mayurqa se tuvo que ofrecer agua y asiento a varias personas mayores a lo largo de la mañana.

La idea de votar a primera hora del día para sortear el tope de calor en principio sonaba bien, pero el mercurio hoy está embalado y deja poca escapatoria. Así, los electores que han ejercido su derecho al voto en el colegio Escolàpies de Palma antes de las 10 de la mañana ya se encontraban con temperaturas rozando los 32 grados: a esas horas el sol ya entraba por las ventanas de la estancia habilitada para votar. Un policía nacional comentaba que quizás sería mejor cerrar la persiana mallorquina, pero también entendía que eso frenaría la entrada de aire, con lo que la situación tenía difícil solución. Los ventiladores facilitados desde luego no bastaban. "Y no son ni las diez, es una vergüenza", decía un presidente de mesa con el rostro perlado de sudor, blasfemando más de lo que esta crónica está reproduciendo.

A las 10 de la mañana el bochorno era difícil de aguantar en el colegio Escolàpies de Palma

A las 10 de la mañana el bochorno era difícil de aguantar en el colegio Escolàpies de Palma / M.F.R.

Colegio de El Molinar

En el colegio Infant Felip de El Molinar la sala habilitada era el doble de grande que la de Son Ferriol para las mismas mesas electorales, y además había aire acondicionado, pero aún así el termómetro ha marcado los 30,4 grados a las doce del mediodía. Vicenç Thomàs, expresidente del Parlament y apoderado del PSOE, explicaba que más o menos "se llevaba". A una apoderada tuvieron que llamarle la atención porque se aireaba con un abanico que ponía 'Vota VOX': no todo vale contra el calor.

La sala habilitada en el colegio de El Molinar era amplia y había aire acondicionado, pero aún así se ha llegado a los 30 grados

La sala habilitada en el colegio de El Molinar era amplia y había aire acondicionado, pero aún así se ha llegado a los 30 grados / MANU MIELNIEZUK

La mesa del fondo de este punto de votación rezuma juventud: la de Alberto Sánchez (19 años); Silvia Sánchez (21) y Carla Ranera (25). Los tres no habían conseguido aclarar si les darían de comer y se lo preguntaban a la periodista, que a su vez les pedía que respndieran con sinceridad: ¿Si no estuvieráis en la mesa, dónde estaríais? "En la playa o durmiendo", admitía Alberto. Carla había rozado la libertad: era suplente, pero uno de los vocales no se presentó y la otra suplente alegó que tenía que cuidar a sus hijos, con lo que ahí se quedó la joven. Los tres aseguraban que hubieran ido a votar en cualquier caso: "Es importante".

Los jóvenes Carla, Silvia y Albert recogen el voto de dos electores prepadados para ir a la playa

Los jóvenes Carla, Silvia y Albert recogen el voto de dos electores preparados para ir a la playa / MANU MIELNIEZUK

Colegio Camilo José Cela de Nou Llevant

En el nada oficial ranking elaborado por este diario de 'colegios electorales con temperaturas cercanas al infierno', el colegio Camilo José Cela de Palma también tiene lugar destacado. En este centro de Nou Llevant, barrio muy densamente poblado, a la una el termómetro marcaba 33,8 grados.

A la una la temperatura llegaba a los 33 grados en el colegio Camilo José Cela de Nou Llevant

A la una la temperatura llegaba a los 33 grados en el colegio Camilo José Cela de Nou Llevant / MANU MIELNIEZUK

El bochorno hacía el aire casi sólido en una sala abarrotada y con una larga cola para votar en una de las mesas (una de las electoras tuvo que pedir una silla para sentarse mientras esperaba y la policía controlaba los flujos y en algunos momentos evitaba que entrara más gente).

Una electora tuvo que sentarse mientras esperaba en el abarrotado y agobiante colegio Camilo José Cela

Una electora tuvo que sentarse mientras esperaba en el abarrotado y agobiante colegio Camilo José Cela / MANU MIELNIEZUK

A esas horas andaba por allí la comitiva socialista, con Francina Armengol y José Hila, quien mostró curiosidad por ver hasta dónde se encaramaba el mercurio (digital en este caso). Mar Pilar, presidenta de mesa, tenía dos ventiladores ubicados justo detrás de ella (uno el 'oficial', el otro traído por un compañero vocal) y decía vivir la situación "con dignidad". Había alegado que no podía asumir la tarea por ser madre soltera, pero le denegaron el recurso así que ahí pasa hoy el domingo. A sus pies tiene una bolsa de rafia de supermercado, como las que usa mucha gente para ir a la playa. La suya en vez de toallas y crema hoy lleva galletas y patatillas, para intentar superar la jornada "lo mejor que se pueda".