Opinión

El voto por correo debería valer el doble

Un cartero entregando los votos por correos.

Un cartero entregando los votos por correos. / José Luis Roca

Matías Vallés

Matías Vallés

Si ya es difícil votar con un mínimo de pasión a los candidatos, someterse a la burocracia del voto por correo bordea el masoquismo, pese al envidiable funcionamiento de la institución denigrada por Núñez Feijóo. Lo más admirable del probable ganador del 23J no es que diga mentiras, sino que obra el prodigio de transformar las verdades del cartero en falsedades.

El prurito de un mallorquín no consiste en negarse por principio a votar por correo, sino en presumir de la ignorancia sobre dicho mecanismo. Los votos emitidos a distancia espacial y temporal deberían valer el doble, en atención al esfuerzo que conlleva tramitarlos. A Feijóo se le puede suponer inconsciencia en su descalificación rutinaria de Correos, pero otras críticas del voto personal son más sinuosas.

Las elecciones son el último bastión de la presencia física de los afectados, hasta la atención sanitaria remite ya a la pantalla. El negocio de la digitalización electoral, inseparable de la tentación de la falsificación de los resultados, subyace en las críticas a procedimientos atávicos como el correo o la papeleta física.

Uno de los ocho diputados asignados a Balears desde 2004 se decidirá por correo, con 37 mil solicitudes y el escaño valorado en torno a cuarenta mil. Otra acta corresponde a los Residentes Ausentes o emigrantes, con 33 mil peticiones. Más significativo resulta discernir el diputado de los jóvenes, las 39.000 personas comprendidas entre 18 y 22 años de edad que no participaron en noviembre de 2019. Sin entregarse a los augurios, el colectivo no se escora precisamente hacia la izquierda.

Desde el punto de vista demográfico, Menorca supera por primera vez a Eivissa en la incorporación de nuevos votantes al censo, en ambos casos por encima de los tres mil. El dato incide en la balearización acelerada de la única isla que se había liberado provisionalmente de la plaga de la saturación.

El tratamiento absolutista de las elecciones debe templarse recordando que la mayoría absoluta del millón doscientos mil habitantes de Balears no acudirán a las urnas pasado mañana. La multitud más pronunciada ha preferido continuar con sus vacaciones sin inmutarse, en la convicción de que la democracia continuará allí en septiembre. No se trata tanto de desentenderse como de descargar la confianza sobre los resistentes que visitarán el colegio electoral.

En el flujo de las masas de votantes, las urnas del 23J se abrirán en Balears con la incógnita irresoluble del destino de los cien mil sufragios extraviados por Podemos desde 2016. Resulta algo más sencillo localizar a los setenta mil evacuados de Ciudadanos, basta con colocarse a las puertas y espuertas del PP.

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