Alguien listo -un sociólogo, un psicólogo, un genetista, un Tezanos- nos tendrá que explicar qué pasa en Balears, que se resiste a tener una voz propia donde de verdad se toman las decisiones. Parecería de cajón en una comunidad con lengua y cultura diferenciadas, que de manera objetiva entrega a la caja común mucho más de lo que recibe. El consuelo es que Canarias, archipiélago al que debemos el único reconocimiento a la insularidad que alivia nuestros bolsillos, gana un segundo diputado para su formación regionalista. Les deseamos suerte e inspiración, dependemos de la pedrea de sus premios.

Puede formar parte de la idiosincrasia balear que el nacionalismo no arraigue, salvo si se trata del ultraconservador españolista. Pero entonces deberá dilucidarse por qué el PP ha resultado laminado al inclinarse por los postulados de la extrema derecha, dejando de lado el regionalismo que le hizo imbatible. El cordón sanitario que los territorios del norte han impuesto a los nostálgicos del franquismo no se ha reproducido en las islas, tan seguras de que mañana saldrá el sol y llegará otro verano dorado.