Dime cómo te comunicas y te diré quien eres

Hay dos cosas que me apasionan en lo que hago, la primera es entender el comportamiento humano, entender por qué las personas se relacionan de formas diferentes ante un mismo estímulo y entender los motivos y las razones, me encanta. Lo segundo es, y muy relacionado con lo primero, la comunicación… la comunicación como un elemento fundamental en cualquier entorno, y su influencia se extiende más allá de las palabras pronunciadas. En el contexto organizacional, el estilo de comunicación de un individuo se entrelaza estrechamente con su comportamiento, afectando así la dinámica y eficacia del equipo. De ahí mi título, que no es más que un reflejo de la importancia de comprender y ajustar estos aspectos para lograr un entorno laboral armonioso y productivo.

Más allá de las palabras, cada persona posee un estilo de comunicación único directamente relacionado con el vocabulario y las formas que utiliza. La forma en que expresamos nuestras ideas, escuchamos a los demás y nos adaptamos a diferentes situaciones revela nuestro enfoque y preferencias comunicativas.

El individuo no siempre tiende a expresar sus pensamientos y sentimientos de manera clara y directa, y esto hace que no se encuentre de forma fácil un equilibrio entre sus propias necesidades y las de los demás. Por ello cobra significada relevancia el poder de las palabras que utilizamos de la misma forma que cobra relevancia las que dejamos de utilizar.

Debemos tener en cuenta que el estilo de comunicación de una persona tiene un impacto significativo de su comportamiento dentro de una organización. Aquellos con un estilo asertivo tienden a ser líderes efectivos, capaces de expresar claramente sus expectativas y escuchar a los demás. Su comunicación directa fomenta la transparencia y la toma de decisiones colaborativa.

Por otro lado, los individuos con un estilo de comunicación pasiva pueden mostrar un comportamiento conformista, evitando conflictos y siendo reacios a expresar sus opiniones. Este comportamiento puede conducir a una falta de iniciativa y a un ambiente donde las ideas innovadoras son escasas.

Los comunicadores agresivos, al imponer sus opiniones, pueden generar un clima tenso y desmotivador. La falta de empatía y la insistencia en tener siempre la razón pueden socavar la colaboración y minar la moral del equipo. En contraste, aquellos con un estilo pasivo-agresivo pueden manifestar resistencia de manera sutil, creando tensiones subyacentes y dificultando la construcción de relaciones sólidas.

Por todo esto es esencial que los profesionales en las organizaciones reconozcan la interconexión entre el estilo de comunicación y el comportamiento. La autoevaluación y el desarrollo de habilidades son pasos cruciales para mejorar la comunicación y fomentar un comportamiento positivo.

La formación en habilidades de comunicación efectiva puede ayudar a los profesionales a comprender su estilo de comunicación predominante y brindarles las herramientas para adaptarse a diferentes situaciones. La promoción de la empatía, la escucha activa y la retroalimentación constructiva contribuyen a un ambiente donde la diversidad de estilos se valora y se utiliza para fortalecer, en lugar de debilitar, al equipo.

En definitiva, la comunicación y el comportamiento dentro de una organización forman una sinfonía compleja que puede elevar o socavar el rendimiento y la cultura laboral. Comprender la relación entre estos dos aspectos y trabajar hacia una comunicación más efectiva es esencial para cultivar un entorno laboral donde los profesionales prosperen y los equipos alcancen su máximo potencial. La inversión en el desarrollo de habilidades de comunicación es, por lo tanto, una inversión en el crecimiento sostenible y la armonía dentro de la organización. Es una inversión que merece la pena.