Leía recientemente un artículo del historiador escocés Nial Ferguson titulado “Una crisis en Taiwán puede poner fin al imperio americano” y dejando de lado el mayor o menor acierto predictivo, del que tengo mis dudas, este interesantísimo artículo me parece de lectura obligada para entender mejor la actual crisis de Taiwán.

Este profesor de Harvard es autor de uno de los mejores libros para entender al imperio británico: “Imperio”, que era de lectura obligada para los que realizábamos el master en relaciones internacionales de Birkbeck-University of London.

Mi reflexión ante los actuales acontecimientos puestos en evidencia con toda claridad en la última cumbre de Alaska entre USA y China, con Taiwán en el centro del problema, es que la llegada de Biden no rebaja la confrontación de fondo entre las dos superpotencias, idea ya argumentada por mí en anteriores escritos.

Cuando el consejero del presidente para la seguridad nacional de Estados Unidos Henry Kissinger realizó su visita secreta a China en 1971 para negociar la ayuda de la República Popular China en Vietnam, y la posterior e histórica visita de Nixon al presidente chino Mao Zedong, al gobierno chino del momento solo le preocupaba una única cuestión: la retirada del apoyo económico y militar americano a lo que ellos consideraban la “provincia” china de Taiwán. Lo que me impresiona es que medio siglo más tarde China sigue con exactamente la misma reclamación, pero la fundamental diferencia es que hoy China ya no es un país empobrecido como en los 70, sino la potencia económica que reta ya abiertamente a los Estados Unidos.

El asunto de Taiwán no es un problema menor y para quien aún lo ponga en duda veamos un solo dato: las tensiones comerciales ente las dos superpotencias han contribuido a la actual insuficiencia de aprovisionamiento de chips porque ha provocado que compañías de todo el mundo hayan doblado las ordenes de chips para asegurarse su stock, y la compañía líder mundial indiscutible de producción de semiconductores avanzados está en Taiwán, es la TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Co) y dependen fuertemente de sus chips, desde la china Xiaomi hasta la americana Apple, por poner solo dos ejemplos. Y el riesgo es que la actual Guerra Fría II, utilizando la terminología de Ferguson, podría incluso agravarse sin Trump en la Casa Blanca, por extraño que suene. ¿Por qué? Por tres razones muy evidentes.

La primera es que las tarifas comerciales impuestas por Trump no van a ser revocadas por Biden. La segunda es que el manifiesto desinterés de Trump por las violaciones de derechos humanos de Xi Jinping en Hong Kong o con los musulmanes uigures eran una bendición, aunque discutible, para reducir este punto de fricción. La posición ideológica de los demócratas de denuncia de estas violaciones chinas seguramente agravará esta fricción. Y, por último, también el unilateralismo de Trump salvaguardaba a otros países de globalizar la nueva Guerra Fría, pero Biden es multilateral y se ve claramente en su liderazgo del grupo llamado Quad (Estados Unidos, Japón, India y Australia) que busca contrarrestar el poder chino en la región.

La realidad es que en el momento de escribir este artículo (30.3.21) el bono a 10 años de Taiwán ha caído en precio doblado su rentabilidad en los últimos meses (del 0.225% al 0.45%), que el principal índice bursátil chino (CSI 300) ha caído casi un 15% desde máximos, que su homónimo de Hong Kong (Hang Seng) lo ha hecho en más de un 8% y que las tires de los bonos de gobierno americanos, Treasuries, vienen ampliándose en lo que va de año de 0.86% a 1.68%. ¿Casualidad o consecuencia en parte de lo explicado? El tiempo nos dará la respuesta.