Opinión

Como si Rafa Nadal no se hubiera ido

Nadal celebra un punto en su partido ante Thiem.

Nadal celebra un punto en su partido ante Thiem. / Reuters

Ricard Cabot

Ricard Cabot

Lo más impresionante del regreso de Nadal a la competición no es su victoria sobre Dominic Thiem, que también, sino cómo se ha movido sobre la pista tras un año de ausencia. Como si no se hubiera ido, como si el de este martes fuera un partido más de los 1.069 que suma en su gigantesca carrera. Y estuvo muy lejos de serlo. Por el calvario que ha pasado desde que se lesionó el psoas aquel fatídico 18 de enero, que le obligó a pasar por el quirófano y parar de manera radical, hasta el punto de tener que olvidarse del deporte que se lo ha dado todo. Por la incertidumbre que supone el no saber si 2024 será su último año como profesional.

El partido de su regreso debe ser el inicio de un ejercicio esperanzador. Como bien dijo Nadal, «solo es una victoria», pero qué mejor manera de empezar. En dos meses se ha propuesto ser competitivo y antes de Roland Garros dirá si continúa o se retira. En cualquier caso, la emoción de su ansiado regreso ya no nos la puede quitar nadie.

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