La tierra recibe a los ciclistas junto al monasterio de Tentudía, paisaje extremeño, abajo las encinas donde comen los cerdos de pata negra y arriba el cielo, el que está tocando Remco Evenepoel, al menos con los dedos, porque sin la amenaza de Primoz Roglic, retirado por caída, se siente más firme y fuerte, sabedor que puede administrar los dos minutos de ventaja que le lleva a Enric Mas, ahora segundo de la general. Pero hay terreno, queda inspiración y aún no hay nada ganado.

Pedalean los ciclistas, una vez han cruzado la línea de meta, entre piedras y arcilla. Los que llegan rezagados, como Alejandro Valverde, preguntan a los masajistas que cómo ha ido, si Mas ha sacado tiempo, que si Evenepoel ha cedido, que si Superman ha demarrado, porque ellos, por detrás, no han visto nada y no saben si el esfuerzo en favor del compañero, en esta caso Mas, ha servido para algo más allá de que el ciclista mallorquín probase a Evenepoel en una subida al monasterio extremeño demasiada corta, aunque dura, para que un ciclista como el líder de la Vuelta se descuelgue.

"Aquí no hay nada resuelto. Hay que esperar", razona Rigo Urán, que fue segundo del Tour y del Giro y que en su veteranía, con 35 años, busca triunfos como el de ayer, en una escapada en la que también iban Marc Soler y Jesús Herrada, los dos corredores españoles que han saboreado la victoria en esta Vuelta.

Llega José Joaquín Rojas a la meta y lo primero que hace es saludar a Mas, su jefe de filas. El Movistar habría preferido que Roglic, caído el martes en la meta de Tomares, siguiera, "porque él habría movido la Vuelta y nos podíamos aprovechar".

La vigilancia del líder

Ahora todo está en manos de lo que haga Mas y Evenepoel sabe que vigilándolo a él, los demás están demasiado lejos en la general como para que le provoquen un dolor de cabeza. Sin Roglic puede respirar más tranquilo.

Porque el ciclista esloveno, sin huesos rotos, no se vio con fuerzas para seguir ya que el trompazo en Sevilla fue muy violento y porque no pega ojo en toda la noche, con dolor y sin encontrar la posición en la cama. Y así, el Jumbo, el médico de su equipo y él mismo comprueban que seguir en la carrera en estas condiciones no tiene sentido.

Es el día en el que, en la aproximación a la montaña y la subida al monasterio, cuando se deja Andalucía y se penetra en Extremadura, se cae Juan Ayuso, en la etapa donde asciende al podio tras la retirada de Roglic. Solo es un susto, solo precisa una pequeña cura que le hacen los médicos desde el descapotable que sirve como centro de atención primaria en la carrera.

Sin controlar la carrera

Evenepoel tiene un equipo flojo y puede sufrir, este jueves en el Piornal, con Plasencia a sus pies, o el viernes en Talavera, en una etapa muy corta de la que poco se habla pero que puede resultar muy peligrosa, y sobre todo en Navacerrada, el sábado. Controlar la carrera va a ser una misión imposible, pero sigue siendo el líder y hasta ahora, pese a las incógnitas levantadas en las dos etapas de montaña andaluzas, está demostrando que sí está preparado para ganar en Madrid... hasta que se demuestre lo contrario, pese a dar la sensación de que no es el ciclista incuestionable de la primera semana de competición.

Mas atiende a los periodistas, sonríe como hace todos los días, habla de sus buenas sensaciones, se le ve muy activo y aunque tácticamente la retirada de Roglic no le ha beneficiado, ahora es el segundo de la general y posiblemente nunca tendrá otra oportunidad para poder ganar la Vuelta como la que se le presenta ahora, siempre, evidentemente, con el permiso de Evenepoel, un día más de rojo y uno menos para llegar a Madrid.