Un gol. Esto es lo que le ha faltado al Atlético Baleares para conseguir el sueño del ascenso a la categoría de plata 56 años después. Demasiado cruel después de una temporada para enmarcar, en la que ha finalizado primero la Liga regular y estuvo a menos de media hora ante el Racing, en la eliminatoria del ascenso, para lograr el objetivo. Quién sabe si ahí, ante los cántabros, se echó por la borda la posibilidad de subir.

La reacción del equipo en la segunda parte fue soberbia, para quitarse el sombrero. Cualquier otro equipo hubiera tirado la toalla al irse a los vestuarios con un gol en contra, a los que había que sumar los dos de la ida. Es decir, el Atlético Baleares necesitaba cuatro dianas en 45 minutos, algo que solo había conseguido una vez en toda la temporada. Pero el fútbol encandila a tanta gente precisamente por partidos como el de ayer, en el que las emociones están a flor de piel. Nuha, un hombre clave toda la temporada, pero sobre todo en estas eliminatorias de ascenso, hizo creer en el milagro con dos goles. El tercero, de Marcos Jiménez de la Espada, a diez minutos del final, puso taquicárdico a más de uno. En el último minuto, el guardameta del Mirandés, un flan toda la tarde, evitó lo que hubiera sido un milagro, la remontada de los blanquiazules.

La reacción de jugadores y afición al final del partido engrandece a este club. Ha sido sin duda un durísimo golpe para el presidente Ingo Volckmann, que lo ha dado todo y más para ver a 'su' Baleares en Segunda División. Deberá intentarlo de nuevo. No puede estar lamentándose eternamente de lo que pudo ser y no fue.

Toca la reconstrucción. De un sueño, de un objetivo, y de una plantilla que ha demostrado que está capacitada para el ascenso. Un gol de más o de menos no debe hacer cambiar la opinión de nadie, y menos de un Volckmann que ha sabido ponerse en las manos de un entrenador que se merecía más que nadie el ascenso.

Manix Mandiola, el artífice de, pese a todo, una gran temporada, ha sido el arquitecto de un equipo que no ha enamorado por su juego, pero sí por su practicidad. Ha hecho fácil lo difícil, en una categoría complicada como pocas.

Kike López se abraza a su madre, emocionada, al final del partido. Pere Joan Oliver.

El técnico vasco tiene un año más de contrato. Pero ni mucho menos está garantizada su continuidad la próxima temporada. Sería un grave error prescindir de los servicios de un hombre que ha demostrado saber lo que se lleva entre manos. Y antes de tener tan claro, como así parece, que Mandiola no es el hombre para el banquillo la próxima temporada, antes deberían saber los dirigentes blanquiazules quién es la persona adecuada, y si realmente lo es.

Buscar aspectos positivos de una derrota, y no de una cualquiera -porque lo de ayer lo fue, pese a que se ganó el partido-es siempre complicado. Pero el Atlético Baleares debe sacar provecho de lo mucho y bueno que ha habido esta temporada. La comunión entre el equipo y la afición, la competitividad de los jugadores, la solidez del grupo y el esperado cambio de escenario la próxima temporada han de servir de base para intentarlo otra vez. El club ha cambiado el chip. Con Volckmann al frente, y hay que esperar que con Mandiola en el banquillo, el Atlético Baleares ha de seguir siendo ambicioso para pensar en grande. Solo así, la moneda caerá algún día cara, y no cruz.

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