Es la historia de un duelo desigual, acentuado en superficie de tierra. Rafel Nadal y Andy Murray se enfrentan (no antes de las 16 horas, Eurosport y Discovery Max) por una plaza en la final de Roland Garros del próximo domingo, donde esperará el vencedor de la otra semifinal que disputarán a partir de las 13 horas el serbio Novak Djokovic y el letón Ernst Gulbis.

Nadal parte como favorito ante el escocés por muchas razones. Primero por historia. El balance en superficie de tierra es demoledor para Murray, que pierde 5-0, apuntándose únicamente dos sets, el último de ellos en las semifinales de Roma del pasado mes de mayo. En torneos de Grand Slam los números también favorecen a Nadal (6-2) para un global de 14-5 para el mallorquín.

En el aspecto puramente deportivo, Nadal ha ido de menos a más hasta llegar a la antesala de la final. Olvidados sus problemas de espalda -ante Ferrer sirvió a una aceptable media de 175 km/h-, ha solventado sus encuentros sin mayor dificultad ante rivales, eso sí, de escaso rango, a excepción del alicantino. Precisamente, ante el de Xàbia cedió su único set en el torneo, un parcial plagado de errores, sobre todo con el revés. Acabó el partido con la friolera de treinta errores no forzados, muchos para un jugador de su nivel y que puede resultar muy peligroso ante un rival de la calidad de Murray.

El camino de británico hasta alcanzar la cita de hoy es diametralmente opuesto. Ha tenido que apurar los cinco sets en dos partidos, ante el alemán Kolhschreiber en tercera ronda, con un 12-10 final, y el miércoles ante el francés Monfils. En total, casi cinco horas más que Nadal sobre la pista.

Existe un precedente de un duelo Nadal-Murray en Roland Garros. Fue, como ahora, en las semifinales de hace tres años, en la que el mallorquín se impuso sin problemas en tres sets, el penúltimo paso hacia su sexto título en el Bois de Boulogne.

Nadal, que persigue su 33 triunfo consecutivo en París, su novena final aquí y la vigésima de un Grand Slam, tendrá que elevar las prestaciones que exhibió frente a David Ferrer en cuartos. Murray, que el pasado mes de septiembre fue intervenido de la espalda, se presenta a priori como un rival más peligroso pese a que, a diferencia de David, nunca se ha clasificado para una final en tierra batida. Lo es más en otro tipo de superficies, pero el de Dunblane, con dos grandes títulos en su palmarés (US Open'12 y Wimbledon'13) y un oro olímpico, es un jugador al que no hay que desdeñar. Nadal lo sabe, y si alguna virtud tiene el de Manacor es que se toma con la misma seriedad a un ´top ten´ que a un rival perdido en la clasificación.

Todo lo que no sea una victoria de Nadal supondrá una sorpresa descomunal. Su balance en tierra a cinco sets es de 88-1 (la única derrota, ante el ya retirado Soderling en Roland Garros'09), para un total de quince derrotas en esta superficie desde su debut en 2004 en el circuito profesional. Tres de ellas este año, ante Ferrer en Montecarlo, contra Almagro en Barcelona y Djokovic en Roma. Por si faltara algo, Nadal no pierde una semifinal de un Grand Slam desde que cayera ante Del Potro en el US Open de 2009, en la peor derrota de su carrera en un grande con un triple 6/2.

Precisamente, Nadal tiene buena culpa de que su rival de esta tarde no cuente con más finales grandes en su palmarés. El de Manacor ha cerrado el paso al serbio en las semifinales de Wimbledon´10, y Roland Garros, Wimbledon y US Open, todos ellos en 2011. Nadal parece tenerle tomada la medida a un jugador que ve al mallorquín como un rival insuperable a cinco sets, y más sobre polvo de ladrillo. La táctica de Nadal es clara: mover a su rival para que sufra el mayor desgaste posible. Sabe que el físico no es el fuerte de Murray, que necesita puntos cortos si quiere tener alguna opción de estar en la final, en la que nadie duda que estará Djokovic, favorito claro ante Gulbis.