Empieza a llamar la atención la fragilidad defensiva del Mallorca lejos del Iberostar Estadi. Sólo en Valencia mostró seguridad, porque en Barcelona, pese al empate a uno, concedió numerosas oportunidades al equipo local. En seis partidos ha encajado trece goles, once de ellos en sólo cuatro y ha cometido cinco penaltis, evidente indicativo de falta de concentración o de recursos.

Los equipos modestos se construyen desde la defensa, algo aún más necesario en un conjunto que, como el Mallorca, no anda sobrado ni de gol, ni de delanteros. En tales circunstancias, a tendencia es fijarse en la línea más retrasada del equipo, pero tampoco es justo cargar a los cuatro zagueros con tamaña responsabilidad. En el fútbol actual el primer defensor es el futbolista más adelantado y debe imperar entre los demás componentes del equipo una constante labor de apoyo y solidaridad con sus compañeros.

Particularmente pienso que los problemas del Mallorca nacen en el centro de campo, donde sólo Martí piensa en tapar espacios, a veces multiplicándose al punto de no poder atender al mismo tiempo sus prioridades básicas. No es por falta de voluntad, sino por un pecado de mentalidad, más inclinada a la construcción que a la destrucción.

Pero al fútbol se juega de dos maneras: procurando no perder el balón cuando lo tienes, pero trabajando para recuperarlo si está en posesión del contrario. A veces se olvida una de las dos.