Dicen que a los hombres se les conoce en situaciones comprometidas o desfavorables. No sé si será cierto, pero es seguro que a los amigos y los enemigos se les distingue en casos de apuro. Las fiestas tienen lista de espera, pero en los funerales sobran plazas.

Cúper vivió felizmente su primera etapa en el Mallorca. Muchos de sus detractores dicen ahora, con delatora hipocresía, que contó con una plantilla extraordinaria. Una falacia que cae por su propio peso si observamos el antes y el después del paso por Palma de algunos de aquellos futbolistas. Roa, Marcelino, Dani, Amato, Mena, Carreras, Biagini y bastantes más.

Pero, al contrario, la gestión que el argentino hace de la adversidad admite otro tipo de lecturas. Cúper rodó siempre bien con el viento a favor pero, como quien más quien menos, tropieza con mayores dificultades cuando sopla en contra y desde su regreso no ha hecho otra cosa.

Muchos de los que se declararon fervientes admiradores, reman ahora contra corriente, pero aún así no le faltan amigos. La grada de Son Moix le muestra un respeto que antes nunca había tenido con cualquier otro técnico. Entonces surgen otros argumentos: su carácter, sus relaciones personales o su responsabilidad en los fichajes efectuados esta temporada que él, en un alarde de honestidad profesional, no se cansa de reconocer que, en el peor de los casos, se han consensuado.

No se pueden discutir los conocimientos de Cúper, como tampoco me atrevería a poner en duda los de Clemente, por ejemplo, más allá de las preferencias de cada uno por una propuesta determinada de fútbol.

Lleva 365 días al frente de una plantilla de nivel medio o medio bajo. Como otras de la categoría. El tiempo dirá hasta dónde puede llegar.