MÚSICA CRÍTICA

Unos bajos muy altos

Un momento de la representación.

Un momento de la representación. / Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

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Teatre Principal de Palma. 

  • Solistas vocales. 
  • Coro del Teatre Principal. 
  • Orquestra Simfònica de Balears. 
  • Director musical: Gianluca Marcianó.

‘La Forza del destino’ no es una de las grandes óperas de Verdi, muy por delante de este título aparecen otros, justamente mucho más valorados, pues en éste faltan momentos de intensidad dramática y musical y, sobre todo, una definición clara del sentir de los personajes. De entre todos, solamente el Padre Guardiano mantiene una línea clara por lo que a sus actuaciones se refiere, con el valor añadido de acompañar sus apariciones con una música excelsa, la mejor, sin duda, de toda la obra.

El Padre Guardiano es parte importante, el personaje que tiene más fuerza de toda «La forza». Sin un buen barítono bajo que cante ese papel, el segundo acto, el más impactante, quedaría en nada.

Pues bien, en esa producción que presenta estos días el Teatre Principal de Palma, sí tenemos un gran Padre Guardiano, encarnado por un enorme Simon Orfila, enorme escénica y vocalmente. Él solo ensombrece a todos los que aparecen a su alrededor, solamente Toni Marsol en el papel cómico de Fra Melitone, está a su nivel.

Otra voz impagable es la de Ketevan Kemoklidze, como Preziosilla, la que da el toque enérgico y lúdico a toda la obra. La mezzo estuvo también brillante. Y eso sin olvidar al barítono Damiano Salermo como Don Carlo di Vargas, que también resolvió con soltura sus intervenciones.

La soprano Alejandra di Giorgio tiene voz para cantar esa y otras Leonoras, aunque es en los agudos donde pierde musicalidad. Lo mismo que el tenor Francesco Pio Galasso, que, si bien cantó de forma correcta su difícil Don Alvaro, tuvo sus más y sus menos, también en los agudos.

Con todo eso, podemos decir que fueron las voces graves, las de tesitura baja, las que brillaron a mayor altura, incluyendo un notable a las puntuales intervenciones de los también barítonos Joan Miquel Muñoz y Pablo López, siempre tan profesionales.

El coro, afinado y lleno de empaque. Enhorabuena a Francesc Bonnín por su trabajo.

En la parte instrumental, la orquesta sonó muy bien. Buena dirección del maestro Marcianó, que demostró conocer los detalles que Verdi esconde en la partitura sinfónica, que no son pocos. De hecho, en más de una escena, más que las voces conviene detenerse en escuchar la parte instrumental. Por cierto, la interesante Obertura, construida a base de algunos leit motiv, no sonó al inicio de la obra, sino como Intermezzo entre el primer y segundo acto, un cambio que nada aporta a la función y que han experimentado otros directores.

Y ¿qué decir de la escenografía? Pues que, después de ver otras producciones de otros títulos verdianos y de comprobar cómo la tecnología permite juegos de luces y sombras sin apenas elementos escénicos, sorprende encontrarse con una producción tan clásica, con decorados a lo cartón piedra que ya creíamos olvidados. Mejor las proyecciones sobre la pantalla del fondo del escenario que las escaleras y ventanas, que olían, como el vestuario, a naftalina y que dificultaban el movimiento de los protagonistas. De todas maneras, bueno es que no se pierdan las estéticas clásicas y que se nos recuerde que las historias, en la ópera y en el teatro, vienen acompañadas de un contexto.

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