La novela inédita del catedrático Miquel Barceló llega a las librerías

‘L’hivern de 1947, a la vila’ aparece en Anagrama junto a los cuentos del arabista y el texto ‘Miquel Barceló vist per Miquel Barceló’, diez años después de la muerte del autor

El catedrático Miquel Barceló Perelló.

El catedrático Miquel Barceló Perelló. / DM

Matías Vallés

Matías Vallés

Miquel Barceló Perelló resucita diez años después de su desaparición mortal, con la llegada a las librerías de la suma de su producción literaria en El cercle de Felanitx. Editado por Anagrama con prólogo de Emili Manzano, el volumen recopilatorio evoca desde el mismo título una geografía tan inseparable del autor como el Yoknapatawpha de Faulkner. La pieza de resistencia del libro es L’hivern de 1947, a la vila, una novela inédita que el prologuista etiqueta de «inconclusa pero no incompleta».

El mallorquín Miquel Barceló ocupó la cátedra de Historia Medieval de la Autónoma barcelonesa, hasta consagrarse como el mayor experto en Al-Andalus de su generación. Siempre alistado en la denuncia, combatió la destrucción del patrimonio andalusí y casi consiguió que su extraordinaria producción académica alcanzara el nivel de su labor de faro literario. Deslumbró a Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma o Gabriel Ferrater, pero su producción recogida en El cercle de Felanitx es solo el embrión de una ingente labor inductora de grandes escritores.

El volumen ahora editado incluye dos libros de narraciones publicados en su última década de vida, El terme de Manacor y Trenc de l’alba. El catedrático mallorquín siempre se concibió como un personaje, encarnación que cultivó con mayor pasión que su obra literaria. De ahí que protagonizara aventuras, incluso fúnebres, a la altura únicamente de una narración de Gabriel García Márquez.

Barceló fue un hombre difícil, «explosivo» en la ajustada definición de Manzano, con un umbral muy bajo en la tolerancia a la estupidez. Su figura de autor sin obra se corrige desde El cercle de Felanitx, donde el segmento más requerido corresponderá sin duda a las diez páginas de Miquel Barceló vist per Miquel Barceló. Es decir, el pintor contemplado por el arabista, el genio felanitxer frente al espejo por duplicado en un volumen que por fuerza debía contar con una portada del propio Miquel Barceló. Es una ilustración fuera del contexto habitual del pintor, difícil de atribuir. Consta de una máscara de kabuki o de guerrero dogon, por no hablar de la mosca daliniana.

Portada del libro 'El cercle de Felanitx ' de Miquel Barceló Perelló.

Portada del libro 'El cercle de Felanitx ' de Miquel Barceló Perelló. / DM

Barceló fue independentista avant la lettre, siempre desde la disidencia indisciplinada. Mantenía con esmero la dualidad entre un temple bohemio y una labor universitaria impagable, dos visiones antagónicas de la rauxa y el seny. Su producción se redondea con El país llamado deseo, su única incursión en castellano con los artículos que Andreu Manresa le disciplinó por fortuna a escribir para El País.

El inclasificable Barceló, por encima y sobre todo al margen de cualquier literato contemporáneo, acomete en L’hivern de 1947 su visión de un mozalbete de ocho años, nacido con el final de la Guerra Civil. La novela inacabada se abre con «Un temps érem pocs», que pronunciada por un hombre de «setanta anys fets», se ciñe al dato esencial de la evolución de Mallorca en la segunda mitad del siglo XX, la hinchazón demográfica irremediable.

No puede haber justicia en la valoración de Barceló, que borraba las pistas de su obra para alojarse en un presente eterno. Sufrió en vida el rechazo de la Universitat de su tierra, incomprensible con sus méritos y que contrasta con el interés que había despertado en el maestro Martí de Riquer, avalista avisado de su carrera profesional. Es ajustado decir que el currículum del sabio de Felanitx estaba por encima de las posibilidades de la UIB.

Solo un profesor desmesurado como Barceló podía labrar una carrera de medievalista bajo el lema de «historiador de exterminios», una labor de forense de los cadáveres colectivos. «Conversador exuberante, barroco y arborescente» son las categorías que le atribuye Manzano, por contraste con una producción literaria donde se muestra «austero y contenido», vigilante del mínimo detalle.

En realidad, Barceló siempre desborda a su profesores, alumnos y exégetas. Todos ellos querrían rendirse a secas frente al personaje, pero solo Guillem Frontera se atrevió desde la maestría literaria comparable a una definición sin necesidad de adjetivación. «Ha sido uno de los hombres más brillantes nacidos en esta tierra en mucho tiempo». Y El cercle de Felanitx es la prueba de que conservará el papel cenital durante años. Es fácil rendirse ante los auténticos gigantes.

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