Un viaje por la música electrónica ‘underground’ de Mallorca
La fotógrafa Isabel Forteza y la socióloga Isa Nadal son las autoras de ‘La terra per a qui la balla’, documental dedicado a las ‘raves’, clubes, colectivos y público entregados a la fiesta y el baile
La escena musical del underground electrónico en Mallorca es la protagonista de La terra per a qui la balla, «un ejercicio de memoria colectiva» en clave documental que firman la fotógrafa Isabel Forteza Vidal y la socióloga y antropóloga Isa Nadal Amengual. La película, fruto de tres años y medio de investigación en el mundo de la fiesta alternativa de la isla entre los años 2000 y 2015, se proyectará el próximo 9 de noviembre en CineCiutat y también podrá verse en el marco de la segunda edición del encuentro fotográfico Sensibles, festival autogestionado que se celebra en Casa Planas del 3 al 12 de noviembre.
El documental, de 78 minutos, recoge más de 30 entrevistas, fotografías, vídeos y todo tipo de cartelería referente a colectivos y públicos, clubes y salas, radio y equipos de sonido, raves y centros sociales que jugaron algún papel en la irrupción en Mallorca de una nueva cultura musical, la del drum and bass. «Es difícil saber cuándo empezó todo. Nosotras empezamos el documental en el 2000 porque había que acotar pero los inicios son difusos. La primera rave en la isla que tenemos documentada se remonta a 1994, en Cala en Basset (Andratx), y fue de trance», apunta Isa Nadal.
Cuando el 'drum and bass' llegó a Mallorca
El drum and bass, subgénero muy presente en la cultura de la música electrónica, surgió en la Inglaterra de finales de los años 80 a partir de la fusión del hip hop y el reggae con el techno y el house, y apoyado en la filosofía del Do it yourself (hazlo tu mismo/misma) fue ganando terreno por toda Europa. «El movimiento entró en España por Cataluña y Valencia, y de Barcelona llegó a Mallorca», donde se crearon espacios comunes, estrategias de comunicación basadas en el boca-oreja y toda una serie de acontecimientos culturales alternativos que hicieron posible la generación de zonas temporalmente autónomas, espacios que eludían, de forma pasajera, las estructuras formales de control social y coerción, como el Casino de Gomila, «uno de los primeros en Palma, con sus jueves dedicados al drum and bass, con Javi y Felipe al frente», apunta Nadal, que al igual que Forteza fue protagonista de esta historia musical, «montando y desmontando fiestas y también bailando», un episodio en el que la mujer «ha tenido un papel más invisibilizado».
Quienes pinchaban, los responsables de los colectivos, «gente que usaba su tiempo libre sin ánimo de lucro, poniendo el dinero de su bolsillo», y el público toman la palabra en La terra per a qui la balla, cinta que reivindica «el derecho a la fiesta» y que constata que «otra fiesta es posible».
«A la gente le gusta recordar y decir aquello de ‘yo estuve allí’. Supongo que les gustará verse en el documental, que esperamos sirva para que se sigan generando historias y esto no se pare. Es cierto que ha habido un bajón en cuanto a fiestas se refiere pero ojalá demos alas a quien quiera seguir», señala Nadal.
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