Ha vuelto

Poco más de dos décadas después, el director Daniel Harding ha vuelto para dirigir la Chamber Orchestra of Europe, una de las más prestigiosas del continente. Si con solo 27 años ya sedujo con Sibelius y su Concierto para violín (con la Mulova como solista, ¡casi nada!) y con la Tercera sinfonía de Brahms, ahora demuestra una madurez que lo lleva a ser una de las figuras más solventes de la dirección orquestal de su generación. En la inauguración del Festival de Pollença, Harding hizo que la orquesta mal llamada de cámara sonara de forma espléndida, un poco a lo Harnoncourt, uno de los directores que más ayudaron a que a formación tenga un sonido propio, aterciopelado.

Harding mostró en el primer acorde de la noche cuál sería el camino a seguir: sonido controlado, afinación excelente, realce de las secciones orquestales y unos tempi seguros y coherentes. Si con Beethoven mostraron sus posibilidades y buenos efectos, en las dos obras de Sibelius la cosa no cambió. La Sinfonía número 4 del finlandés, que es un prodigio de misticismo casi de cámara, con momentos delicadísimos pensados para que los profesores puedan mostrarse como solistas (¡qué bien Will Conway en el violoncello!) y con un aire de amargura contenida, fue interpretada como pocas veces puede hacerse en directo. La magia, la tristeza seductora, la introspección incluso, salió a relucir durante la sesión. Música llena de una melancolía nórdica, la que muestra Sibelius en esa obra que algunos relacionaron con el psicoanálisis.

Y aun hubo más, pues la Chamber y el director ofrecieron una selección del Pelléas et Meéisande del mismo compositor, con una Muerte de Mélisande en la que se podía cortar el silencio. Harding ha vuelto y ha convencido de nuevo. Y como curiosidad, anunciamos que la formación que va a cerrar el festival el 27 de agosto, la Orquesta de cámara de Bremen, es la que dirigió Harding en su primera visita a la isla. Nada es casual.

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