El gallinero | Manual del buen fascista, por Rafa Gallego
Rafa Gallego
Tira de ironía bufonesca, su sello inconfundible, un Leo Bassi igual de estimulante que siempre –y quizá con algo menos de energía– para rescatar Yo, Mussolini. Bajo la premisa de que el fascismo no es lo que era, el italiano –que continua su idilio con el Teatre del Mar– provoca ma non troppo, transgrede en algún momento, pero ante todo divierte mientras teje el manual de cómo debe pensar y comportarse un digno seguidor del monstruo.
Desfilan en este biopic revisitado desde Sánchez y sus socios hasta neoultras populares –Abascal o Meloni, caricaturizados–, pasando por alguna referencia a la política local (incluido un pronóstico velado sobre el resultado de las elecciones en Palma), pero puede que en ese recorrido se eche en falta el mandoble que se merece la masa que vota.
La actualización de la pieza, entre tópicos bien manejados y algún hallazgo, me hizo sonreír, pero me sigo quedando con la esencia de la misma: el corredor por la historia del fascismo del siglo XX, a través de Hitler, Franco, el propio Duce; Rockefeller, los rusos y norteamericanos, las razones de unos y otros, el peso de la religión (otra marca de la casa) o la monarquía y los ecos en el presente.
Se agradece el atrevimiento, la oportunidad y el mensaje en tiempos de dimisión colectiva de cualquier intento de razonar.
Por el Auditórium de Palma, especializado en teatro de calidad en castellano, pasó una buena adaptación de Los Santos inocentes (de la novela de Delibes y, sobre todo, de la película de Camus). Javier Gutiérrez, excelso en el rol de Paco, era el principal reclamo para un público que respondió llenando la sala. Me interesó la construcción del personaje de Doña Pura (interpretada por Raquel Varela), la oscuridad conceptual de algunas escenas y el espacio sonoro, misterioso, propio de una novela de Agatha Christie.
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