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Frances Morris: “Tenemos el poder de reescribir la historia del arte, debemos enfocar con una lente feminista lo que creemos que sabemos”

La directora del Tate Modern, uno de los museos de arte contemporáneo con más prestigio de Londres, intervendrá en el ciclo LAB, en Es Baluard desde ayer hasta el 17 de febrero, con una conferencia sobre liderazgo, nuevas instituciones y cambio

Frances Morris, directora del Tate Modern de Londres: "La gente está perdiendo la confianza en los museos"

B. Ramon

El cambio sucede en los museos. Para Frances Morris, son una escuela y una conversación. En ellos recae la responsabilidad de recuperar lo que la historia acalló, como el trabajo de miles de mujeres, y en Morris, el peso de su ambición: "cambiar las normas del juego". Algo que, a pesar de haber crecido sin líderes femeninas de las que aprender, ha tenido muy presente desde que en 2016 fuera nombrada directora del Tate Modern y reformara la institución haciendo que las obras «hablen» e impulsando un sistema de representación de género igualitario. Ahora, intervendrá en el ciclo LAB de Es Baluard para hablar sobre liderazgo y la reforma de las instituciones.

Hoy en día no se ven tantas mujeres dirigiendo museos.

Yo nunca tuve en mente ser la directora del Tate Modern. Como muchas otras mujeres, estaba muy interesada en mi campo, la historia del arte, como historiadora pero también como parte de un equipo dentro de la institución. No fue hasta que empecé a desafiar los valores de la misma desde dentro que me di cuenta de que la única forma de hacer un cambio real era empoderándome. En mi primera posición como directora de la colección internacional, ya vi lo mágico que era utilizar el poder con un propósito. Cuando mi predecesor, Chris Decorn, un increíble director, se retiró, tuve claro que no quería trabajar para otro, quería ocupar ese puesto. He luchado por cosas que solo se podían imaginar a principio de siglo. El cambio puede llevar mucho tiempo. Una de las ventajas de ser directora desde hace tantos años es que, si eres ambiciosa, puedes llegar a ver esos cambios suceder. Como directora tienes un enorme poder y lo debes usar con sabiduría y sentido, sin abuso. Estamos en un tiempo en el que es muy necesaria la colaboración pero también un buen líder.

He luchado por cosas que solo se podían imaginar a principio de siglo

Dice que nunca se imaginó ocupando esa posición, ¿cree que no se educaba a las mujeres para ser líderes?

Todavía vivimos en una sociedad patriarcal. Tuve la suerte de crecer rodeada de modelos a seguir pero no eran líderes. Tenía buenas profesoras, respetaba a mi madre, que era artista,… Pero la filosofía en la que me educaron fue en la de encontrar mi propósito vital en la creatividad. Me educaron para ser historiadora o arquitecta, así que con eso di forma a mi ambición. Fui a estudiar a Cambridge y el patriarcado me rodeaba: en el comedor había 25 retratos de hombres, maestros de la institución. Me encontraba bombardeada. No puedes ser lo que no puedes ver: yo nunca vi a mujeres en esos roles dominantes.

No puedes ser lo que no puedes ver: yo nunca vi a mujeres en esos roles dominantes

El programa del Tate Modern cuenta con numerosos nombres femeninos, ¿el cambio está sucediendo o ha sucedido?

Definitivamente el cambio ha sucedido. El problema es que todavía no está institucionalizado y quizás no debería estarlo porque así el cambio es constante. Lo que si es cierto es que las instituciones han ganado conciencia, como es, en este caso, el programa igualitario del Tate Modern. Pero la conciencia puede desaparecer dependiendo de quién esté al mando. Cualquiera que me suceda puede tener otras prioridades. Ya se ha visto con el Brexit: el consenso está roto.

El que me suceda puede tener otras prioridades, ya se ha visto con el Brexit: el consenso está roto

Está claro que la prioridad ahora es la representación femenina, pero no lo era en los inicios de la historia del arte.

La historia del arte ha marginado las prácticas de muchas mujeres. Aunque hubiera algunas creando arte, no se les ha dado un hueco en la historia pero porque el contexto histórico de la época tampoco lo permitía. Al fin y al cabo, la historia del arte es una elección, no la escribe Dios, nosotros escribimos lo que queremos que perdure y es un reflejo de la sociedad. No podemos inventar cosas que no sucedieron, lo que si podemos hacer es denegar la exclusión de artistas que sí han sucedido recibiéndolas en el museo. Tenemos el poder de reescribir la historia del arte y revaluar el pasado. Una de las cosas con las que estamos comprometidos en el Tate es con tirar abajo los prejuicios, romper esas barreras, que complican reconocer a la mujer dentro de la historia. Como cuando el museo solo coleccionaba cuadros, esculturas y trabajos en papel, y ahora tenemos fotografía, cine, moda y otras manualidades. Balanceamos la colección e supuso lo mismo en cuestiones género. Al final, mucha de esa narrativa, como el cubismo o el surrealismo norteamericano, estaba hecha por hombres para hombres, y una vez te mueves a otras zonas, como el este de Europa, donde la práctica femenina es extraordinaria, reescribes las normas del juego. Se debe enfocar con una lente feminista lo que creemos que sabemos para no escapar el hecho de que vivimos -o deberíamos vivir- en una sociedad con igualdad de género.

En su trayectoria, no solo ha reescrito el contenido del museo, si no también la experiencia del visitante. ¿Cuál es el objetivo de su dinámica conversacional entre obra y espectador?

El arte tiene el potencial de hablar a la gente de muchas formas. Antes parecía que solo existía el idioma de los colores y las formas, disociado, desligado de la sociedad, pero te das cuenta de que las personas miran las obras desde muchas perspectivas diferentes. Todos tenemos un “ojo de época” a través del que miramos el arte: la comunidad en la que vivimos, la sociedad que nos rodea, nuestro género o familia, nuestros intereses,… Por eso, en el museo, tenemos muy presente el potencial de las obras para hablar a la gente. No solo con su belleza, si no también con su mensaje, que va desde problemas sociales, emergencia climática o amor, hasta nacimiento, brevedad, éxtasis o vida. Eso es porque el arte tiene un ingrediente secreto: el aisthetikos, que tiene que ver con los sentidos y los sentimientos.

En el museo, tenemos muy presente el potencial de las obras para hablar a la gente

¿El arte debe invitar a la acción?

Y al placer. La gente no solo quiere mirar cosas quiere hacer cosas. Todos tenemos un pequeño artista dentro de nosotros y necesitamos desbloquear nuestra creatividad. Mira a los niños, no les cuesta garabatear algo o construir fortalezas con cajas de plástico. Los museos pueden ser referentes para las personas, son escuelas de arte.

Ha vivido el pasado y el presente de la historia del arte contemporáneo, ¿cómo es el futuro?

Necesitamos cambios radicales. Hemos tenido uno en el Tate Modern en estas dos décadas, pero ya somos viejos y no debemos ser complacientes con el modelo actual. Si queremos ver cómo será el futuro debemos ir a ver lo que las pequeñas galerías están haciendo, ver cómo están creando vínculos con las comunidades locales y creando las raíces.  

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