El vehículo del barcelonés Dani Carbonell, Macaco, reaparece con 'Vuélame el corazón', un álbum en el que dialoga con las músicas latinas de raíz con un elenco de colaboradores que va de Rita Payés a Estopa, y que presentará el 16 de febrero en el Coliseum de Barcelona.

¿Así que no es verdad que todas las canciones de amor ya hayan sido escritas?

Todo está inventado, pero el punto de vista hace que algo sea único. Este disco habla de las relaciones de amor y contiene unos pequeños cortometrajes sonoros que reflejan distintos puntos de vista. Decidí este hilo narrativo para llevarme la contraria a mí mismo.

¿A qué se refiere?

Porque en otros discos había otras temáticas, inspiraciones en Carl Sagan, odas a la diferencia… Aquí decidí esa otra perspectiva: ‘Quiéreme bien’, con Leiva, rompe los tópicos pesados y sangrantes sobre la propiedad en el amor, al corazón partido…

¿Se apunta a la crítica al amor romántico?

Es otro punto de vista. En el disco te puedes sentir reflejado en diferentes momentos de la vida. Todos hemos sido el personaje de ‘Me lía’, donde uno solo quiere un rollito y el otro desea algo más. Ahora hay todo un movimiento, con el poliamor, el ‘pitipim’ o como quieras llamarlo, y cada uno tiene que encontrar su propio guion. El debate está muy abierto. En estos momentos tan convulsos está bien debatir sobre estas cosas tan íntimas. El mundo se rompe y nosotros nos enamoramos.

Los discos de duetos suelen ser recopilatorios, pero este es un álbum de duetos con canciones nuevas.

Soy abierto y he tenido la suerte de que artistas que admiro han querido estar en este proyecto. El amor se entiende en plural. Ahora, la gente hace dos o tres colaboraciones en un disco, pero yo soy más de ‘todo o nada’.

Una de ellas es con Ky-Mani Marley, el décimo de los once hijos de Bob Marley, que este tuvo con Anita Belnavis, campeona jamaicana de tenis de mesa.

He coincidido con algunos Marley, como Damian, en festivales, pero con Ky-Mani no nos conocemos personalmente. Me gusta su timbre de voz. Es muy especial. Hablamos por teléfono y le planteé participar en ‘A tu manera’, un tema que defiende crear tus códigos, que parte de la rumba y se pasa al reggae.

Su perfil expresivo siempre ha sido muy vigoroso y en este disco hay más sutileza y recogimiento.

Hay una parte del disco en la que intenté cantar en pequeño, bajando el tono. Algunas voces están muy secas, para que se pueda masticar muy bien la letra.

Como en ‘Arenas movedizas’, que comparte con Rita Payés.

Están todas estas cantantes muy talentosas: Rita Payés, Ximena Sariñana, Valeria Castro… Voces como con Natalia Lafourcade, Sílvia Pérez Cruz, Silvana Estrada… Las llamo almitas viejas, aunque son jovencitas, algunas mucho. Flipan con crear mundos en la música y empatizo mucho con ellas.

¿Almitas viejas?

Cuando escuchas a Rita, o a Valeria, su narrativa, su timbre de voz, su contención, el saber usar algo pequeñito, eso solo lo da la madurez. Es una onda Chavela Vargas.

Y se reencuentra con Estopa en ‘Me lía’.

Es una rumba que yo compuse, con un aire setentero y ese órgano Farfisa. La letra refleja ese imaginario de Rubén Blades o Héctor Lavoe. Eso de “me jugué la boca por tus besos, mendigando amor me quedé en los huesos…”. Se tiende a que sea la mujer quien quiera algo más, y aquí lo giro. Cuando hice la canción, pensé en Estopa, que han defendido siempre la rumba.

Hace 20 años que Macaco se abría paso en el rampante mestizaje barcelonés. Cuando va a actuar a otros países, ¿percibe que se siga relacionando a Barcelona con aquel sonido?

La impronta que dejó aquello está en toda la música que se hace ahora, esa fusión y ese mestizaje. Rosalía, C. Tangana… Es un momento bonito para los artistas a los que nos gustan las músicas de raíz y las mezclas. Es un movimiento muy fuerte donde entran esas cantantes ‘folkie’, como Rita, que pueden cantar un bolero sin ningún problema.

Quién lo hubiera dicho en otros tiempos, cuando para la gente joven el bolero era una antigualla.

Ha vuelto y entra en el imaginario pop. Ahora hay una gran polarización: la música urbana, por un lado, y el contrapunto de esas músicas tradicionales donde la letra tiene importancia. Yo juego a eso, a poder hacer un reggae, una rumba con no sé qué, un bolero, un tango… Y me lo paso bien. Es mi camino.