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Remedios Zafra: «Los frágiles son los que hoy han convertido su vida en trabajo, conectados a la máquina»

La pensadora y escritora, que acaba de publicar un nuevo ensayo, ‘Frágiles’, participará la semana que viene en una de las sesiones del festival dedicado al documental MajorDocs. Ofrecerá una clase magistral el próximo 7 de octubre en el Centre de Cultura Sa Nostra titulada ‘Después del entusiasmo’

Remedios Zafra.

-Viendo su currículum, ¿la distinción entre ciencias y letras es absurda?

-Sí. Y esa distinción ha marcado mi vida. En el instituto pasé de una a otra, dando dolores de cabeza a los jefes de estudio. Empecé letras, pasé a ciencias y al final volví al arte. Creo más en el tercer enfoque, que decía Snow.

 -¿La filosofía sirve para explicar el mundo de hoy?

-Tiene que servir. Es uno de sus propósitos. La filosofía es la compañera de viaje de los humanos y la que apoya a la ciencia. Ayuda a entender ese mundo contradictorio. Pensar está en nuestra cotidianidad. Ciertamente o la filosofía nos ayuda a entender el mundo o no vale la pena tenerla en cuenta. 

 -Ha publicado recientemente el ensayo Frágiles. ¿Quiénes y ante qué son frágiles los protagonistas de ese ensayo?

-Me encanta que hable de protagonistas pues en el libro hay una especie de interlocutor que intercepta conmigo. Un protagonista que en el fondo está presente en otros trabajos míos de no ficción. Una figura que tiene la función de representar a muchas personas anónimas, los frágiles, los que hoy han convertido su vida en trabajo, conectados a la máquina y que olvidan que tienen cuerpo. Debemos tomar consciencia de que nuestro cuerpo está acotado y que enferma. La situación pandémica quizás sirva para abrirnos los ojos en este aspecto. Yo misma, que he sufrido la pandemia en propia carne, con pérdida de vista y oído, he empezado a entender que hay otras maneras de vivir y trabajar y que somos frágiles y vulnerables. La tecnología, en mi caso, me ha ayudado mucho durante este tiempo. 

 -Libro curioso, escrito en forma epistolar en tiempos en los que nadie escribe cartas.

-Lo he escrito así de forma premeditada, pues me interesaba establecer contrastes entre las formas contemporáneas que predominan. Nos hablamos a través de pocos caracteres. Como gesto subversivo deberíamos escribir más, pues las cartas potencian y profundizan la intimidad. Las cartas comunican a dos. Permiten compartir lo íntimo y compartir siempre es interesante.  

 -Ha trabajado la relación entre arte y tecnología. De entrada, parecen términos contradictorios.

-Nos han educado para entender que los saberes ocupan lugares distintos, pero para mí están relacionados. De joven gané un premio de pintura y dediqué el dinero a comprar un ordenador. Arte al servicio de la técnica. Y entonces empecé a reflexionar cómo la tecnología nos cambia a todos y, especialmente a los que reflexionan sobre el arte, como los filósofos. Y es que el arte, el contemporáneo, debe buscar habitar la dificultad de su época. Hoy los artistas miran la tecnología y la usan. Sí hay puntos de inflexión en esos campos, el artístico y el tecnológico. El arte no puede dar la espalda al poder de la tecnología. 

 -Y en todo ese entramado, ¿es vigente la frase clásica de Nulla ethica sine aesthetica?

-Esta frase me gustaría pensarla mejor como Nietzsche, al revés. Creo que no hay arte sin compromiso con la época. La estética es un concepto que puede leerse de forma diferente y la ética es muy importante en el pensamiento. La ética debe estar presente en el arte como tema de propuestas.

-¿Y dónde quedan los que no tienen acceso a internet?

-Hasta hace unos años la tecnología marcaba la desigualdad. Hoy está pasando un fenómeno curioso, las clases más pobres pueden tener un móvil y son las que menos control tienen sobre su tiempo de dedicación a las máquinas. Estudios recientes señalan que los más humildes delegan los tiempos de sus hijos a la tecnología. Esos jóvenes todo el día están conectados. Es un hecho la enorme adicción de los niños humildes. En Silicon valley, los técnicos llevan a sus hijos a escuelas sin tecnología. Y es que la tecnología no lo es todo, hay un mundo más allá de las pantallas.  

-¿El teletrabajo ha venido para quedarse?

-Espero que sí. El trabajo, en muchos casos, ha sido entendido como un lugar, más que como una práctica. Defiendo las oportunidades del teletrabajo. La presencialidad es importante pero no imprescindible. Incluso trabajar desde casa nos hace más ecológicos, evitamos desplazamientos. Creo en las potencialidades del teletrabajo pero también en las necesidades de estudiar la manera de hacerlo compatible con la vida. Deberemos aprender a desconectar. Sería un error volver a una presencialidad extrema, la tecnología nos permite mejorar nuestras formas de vida y de trabajo. 

-¿No afectará a la socialización?

Históricamente todo cambio genera un shock, no debemos caer en los extremos. Quiero pensar que, en esos momentos en los que reduciremos la presencialidad, seremos capaces de idear fórmulas que permitan tener control sobre nuestros tiempos. El teletrabajo controlado es importante. Hay que aprender a respetar los tiempos de descanso y de vacaciones. Y cuesta. Cierto es que muchas veces confundimos la profesionalidad con el estar siempre conectados. 

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