"La chimenea humea. El cielo está bajo. El humo vaga sobre el campo y pesa y nos envuelve y es el olor de la carne que arde". La literatura directa y sobria de Charlotte Delbo (1913 - 1985) golpea afilada y a la vez poética. "Las que están tumbadas ahí, en la nieve, son nuestras compañeras de ayer. Ayer estaban de pie durante el recuento (€) Iban a trabajar, se arrastraban en dirección a las ciénagas. Ayer tenían hambre. Tenían piojos, se rascaban. Ayer engullían la sopa pésima. Tenían diarrea y les pegaban. Ayer sufrían. Ayer deseaban morir. Ahora están ahí, cadáveres desnudos sobre la nieve". Ella, detenida en 1942 junto a su marido, fusilado al poco -ambos de la resistencia francesa-, fue deportada a Auschwitz-Birkenau junto a otras 230 presas. Sobrevivieron 49. Sus palabras, escritas febrilmente mientras se recuperaba en un sanatorio suizo tras la liberación del campo, no quiso publicarlas hasta dejarlas reposar durante 20 años, porque no quería que fueran solo un testimonio del horror ni se viera como una obra "mediocre", decía, sino que se considerara su valor literario. El resultado fue el estremecedor Ninguno de nosotros volverá, que ahora ofrecen en nueva traducción Libros del Asteroide en castellano y Club Editor en catalán, incluyendo Un conocimiento inútil, pieza posterior que forma parte de su trilogía de Auschwitz (el tercer título, La mesura dels nostres dies, que habla del retorno, del 'después de', lo avanzaba hace un año Club Editor).

Según su editora, Maria Bohigas, se trata de textos breves, salpicados de poemas, "con una lengua clara, simple, directa". Un ejemplo, cuando un SS ordena a su perro matar a una presa y este le clava sus colmillos en la garganta: "El SS tira de la correa. El perro se retira. Tiene un poco de sangre en el hocico. El SS silba, se va".

"Hay menos testimonios femeninos del Holocausto -constata Luis Solano, editor de Asteroide-. Ella da voz al conjunto de presas, se nota que lo escribe una mujer, su visión es distinta de la de los hombres. Se para más en cosas que tienen relación con el cuerpo, la higiene, la relación física entre las internas, los abrazos y las caricias, presentes en todo el libro. También la vergüenza y la humillación que significa para las mujeres tener que desnudarse para los chequeos y selecciones rodeadas de hombres".

"Yo no pensaba en nada. No miraba nada. No sentía nada. Era un esqueleto de frío con el frío soplando a través de todos esos abismos que forman las costillas de un esqueleto", escribe Delbo. "Para ella, sobrevivir un día en el campo es sobrevivir el infinito -dice Bohigas-. Mientras el tifus las diezmaba estaban preocupadas por dejar rastro, de que quedara alguna viva para informar al mundo". Ella lo logró.

La obsesión de Ginette Kolinka

A Ginette Kolinka, con 19 años, recién deportada a Auschwitz, las presas veteranas le dijeron: "¿Veis ese humo de ahí fuera? ¡Pues ahí están! ¡Son sus cuerpos, son vuestras familias lo que están quemando!" "No las creo, pero lo sé", escribe esta superviviente de los campos nazis, ya con 94 años, en Regreso a Birkenau (Seix Barral), pensando en su padre y su hermano pequeño, a quienes no volvió a ver tras ser gaseados al llegar juntos en un convoy en 1944 tras ser detenidos por la Gestapo en Aviñón.

En el libro, escrito junto a la periodista Marion Ruggieri, describe cómo le tatuaron el número 78599, cómo las obligaron a desnudarse y les afeitaron cabello y vello púbico. También lo que vio la primera vez que se despertó: "Montones de trapos en los rincones del barracón. Eran las muertas de esa noche". Recuerda los recuentos, y las palizas: "Cada orden es un golpe. Nos pegan todo el tiempo, todo el día, por nada. (...) Es continuo, tanto que ya ni siquiera me duele (...).

En el 2000 volvió al campo con estudiantes. Responde sus preguntas, pero lamenta que no la interroguen sobre qué comía -"el hambre, porque el campo era eso: el hambre. Creo que era mi única obsesión"- y en cambio sí quieran saber si vio a Hitler. Y teme que hoy Birkenau se vea como "un decorado". "En mi cabeza está el olor, la suciedad, la gente deambulando. (...) Ya no hay nada de todo eso. Ya no hay barro. Y tampoco hay un alma".